Fue un estudiante de literatura, William Empson (Siete Clases de Ambigüedad, 1930), quien por
primera vez planteó el análisis ordenado de la ambigüedad en la literatura. La
ambigüedad es el magma del lenguaje metafórico quien por su parte se opone al lenguaje científico, construido necesariamente sobre leyes lógicas y fiel al principio de no-contradicción. Tal y como las paradojas en el terreno de las ideas, la ambigüedad introduce la confluencia de varios sentidos o interpretaciones sobre un mismo texto o situación. La
Filosofía se ha enfrentado casi desde el principio a paradojas como la del
cretense o las de Zenón de Elea; las paradojas eran consideradas armas de sofistas
y escépticos, y se las combatía confrontándolas con los principios básicos de
la lógica. Sin embargo, la ambigüedad es un camino practicado por la ironía
socrática, el ingenio cervantino, los deslices de sentido, chistes y juegos de palabras de Lewis Carroll, Franz Kafka o Henry James, quien es famoso por sus reticencias a decir con claridad lo que no quiere decir sino ambiguamente. Un ejemplo supremo de ambigüedad encontramos en Otra vuelta de tuerca (1898), su más famoso relato de fantasmas (esos seres tan claramente ambiguos), en el que nos deja aposta con la duda sobre si
los niños pervierten o son pervertidos, si los fantasmas se presentan a los
ojos de los niños o de la institutriz. En el inigualable desenlace de la novela
deja descansar todo el peso de la ambigüedad en la siguiente escena (destacamos con negrita el momento cumbre):
“It’s he?”I was so determined to have all my proof that I flashed into ice to challenge him. “Whom do you mean by ‘he’?”“Peter Quint —you devil!” His face gave again, round the room, its convulsed supplication. “Where?”
Ilustración de Miguel Navia |
Se trata de un “diálogo” que podría no ser tal. ¿Responde el
niño Miles a la pregunta de la institutriz o reconoce con una exclamación al
espectro que acaba de aparecer? La ambigüedad es aún mayor porque “devil” no tiene género en inglés, por lo que
su introducción deja todas las puertas abiertas, ¿se refiere llamándola
“diablesa” a la institutriz, o al fantasma de Peter Quint tildándolo de
“demonio”? He aquí el motivo por el que esta escena nunca podría adaptarse al
cine sin tomar partido, ya que si se muestra la imagen de Quint, ya sea de
manera objetiva o subjetiva, se estará esclareciendo lo que el autor no quiso dejar claro.
Ahora analicemos algunas traducciones al español de la frase en negrita, porque las
hay de todo tipo: dos son perfectas, porque mantienen la ambigüedad recurriendo a un término masculino aunque en sentido genérico:
“— ¡Peter Quint!
¡Ah, demonio!” (José Bianco).
“— ¡Peter Quint…, demonio!” (Soledad
Silió).
Una edición crítica aclara en nota que existe esa
ambigüedad, pero su versión no resulta satisfactoria:
“— ¡A Peter
Quint… especie de demonio!” (Juan Antonio Molina Foix).
La mayoría incurren en interpretación:
“— ¡A Peter Quint…, diablesa!” (Domingo
Santos).
“— ¡A Peter
Quint…, malvada!” (José María Aroca).
“— ¡A Peter
Quint…, malvada! (Sergio Pitol).
“— ¡A Peter
Quint, malvada! (Antoni Desmonts).
“— ¡A Peter
Quint, demonio de mujer!” (José Luis López Muñoz).
Por último, hay que estar prevenidos contra la más leída por incluirse en una colección juvenil (Anaya / Tus Libros) que nutre a los institutos y ante la que sobran los comentarios:
—“¿Quién va a
ser? —exclamó el muchacho—. ¡Peter Quint! ¡Peter Quint!” (Ramón Buckley).
2 comentarios:
El problema de Henry James es español es justamente que, si ya de por sí es un autor que se presta a ambigüedades, si encima sus traductores no aciertan se acumula torpeza sobre ambigüedad. El caso que citas es significativo. Yo leí "Otra vuelta de tuerca", por vez primera, en la edición de Anaya Tus Libros. Después pasé por Soledad Silió y más tarde por Molina Foix (tengo debilidad por Cátedra). Me falta la traducción de Bianco, de quien sí he leído otras magníficas traducciones de James.
La ambigüedad de James tiene otras cimas, como sabes: "La fuente sagrada" (puede que su obra maestra en este arte del claroscuro) o "Los embajadores", por poner sólo dos.
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