Contexto histórico-cultural
En la primera mitad del siglo XX, Europa se transforma, sobre todo por causa de unos hechos decisivos: la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918, la Revolución Rusa de 1917 y la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945. Tales acontecimientos sólo podían ser fruto de una larga germinación y de una crisis generalizada en los órdenes económico, político y social, de lo cual dan fe otros sucesos como la descolonización a finales del siglo XIX (que afecta de un modo especial a España con la pérdida de sus últimas colonias en 1898, Cuba y Filipinas), la expansión de los fascismos y a la postre la tensión entre los bloques del Este y el Oeste.
Al mismo tiempo, el crecimiento de las ciudades, el auge industrial y la aparición del ocio (y su propia industria), así como la expansión de los medios de comunicación y la ciencia y la cultura en general han de dar un sentido también positivo a esta época, tremendamente fértil en estos aspectos. En las bellas artes se asiste al auge de los movimientos de vanguardia, y en literatura eclosionan obras tan diversas e influyentes como las de Joyce, Proust o Kafka. El cine se convierte en el nuevo arte del siglo XX, la técnica se asocia con la práctica artística y la ciencia relativiza sus principios tras una gran crisis acerca de sus fundamentos.
La
crisis de las ciencias naturales se reconoce en las obras de Le
Roy, Poincaré o Duhem, que abrazan el llamado convencionalismo; la
matemática, de la mano de Weierstrass, acomete una revisión de sus
fundamentos. Todas ellas vienen a aceptar que los axiomas de la
ciencia son convenciones de sentido, es decir, que no son objetivos. Lo
que se pone en cuestión, por tanto, es la posibilidad de lograr un
fundamento seguro para todas las ciencias. En última instancia, se hace
depender la verdad de un psicologismo que relaciona la
certeza de los principios de la lógica o las ciencias con los procesos
psíquicos que llevan a la formación de tales principios o axiomas.
La vida de José Ortega y Gasset (1883-1955) transita por buena parte del siglo XX y se nutre de todos estos hechos. Estudia en Málaga, Madrid, Leipzig y Margurgo, se dedica tanto a la filosofía académica desde su cátedra como a la educación cultural y formadora de opinión desde los diarios, funda el periódico El Sol en 1917 y la Revista de Occidente en 1923, excelente vehículo de difusión de la cultura de la época. En 1929 se enfrenta a la dictadura de Primo de Rivera y es elegido diputado en el tiempo de la Segunda República, viéndose obligado a exiliarse en 1936. Pasa de París a Holanda y Buenos Aires, y acaba instalándose en Lisboa. A partir de 1945 logra participar en la vida cultural española a través del Instituto de Humanidades, hasta su muerte acaecida en Madrid.
Contexto filosófico
Hay que tener en cuenta que la filosofía ha de enfrentarse no sólo al positivismo propio del s. XIX, sino al relativismo subsiguiente que se ha instalado en la cultura de finales de ese siglo. Este relativismo condiciona ante todo a las ciencias naturales, como decíamos; pero también a la psicología y a la filosofía, instaurando la “crisis” de la cultura occidental contra la que reaccionaron la filosofía historicista de Wilhelm Dilthey (1833-1911) (defensor de la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias humanas, que él llama “ciencias del espíritu”) y la fenomenología de Edmund Husserl (1859-1938), que
representa el intento más poderoso del momento, a principios del siglo XX,
por ampliar y comprender la crítica de la razón en filosofía,
incluyendo las condiciones vitales del sujeto que reflexiona, en suma, por comprender racionalmente el "mundo de la vida". Ambos autores expresan unos intereses paralelos a los de Ortega.
Por su parte, la historia y la sociología tienden respectivamente al historicismo (en sentido relativista) y al sociologismo, es decir, a explicar cualquier juicio de sus disciplinas mediante recurso a los hechos históricos objetivos (historicismo) o por motivos sociales entendidos como causas mecánicas (sociologismo).
Si a este relativismo generalizado se une la tendencia positivista paralela, para la cual la filosofía debería adoptar el método de las ciencias naturales a pesar de todo, se comprende que son muchos los peligros que debe sortear la filosofía del momento, y especialmente la de Ortega y Gasset: por un lado el irracionalismo ligado a las filosofías vitalistas, de tendencia relativista; por otro el objetivismo unido al positivismo; la tendencia racionalista y culturalista, encarnada en la obra de Descartes y Kant tampoco ha perdido influencia y Alemania se decanta por un neo-kantismo intelectualista que Ortega terminará rechazando.
Ortega es el introductor en España de la cultura filosófica europea: él mismo asume que gran parte de sus temas provienen de sus lecturas de Nietzsche, Dilthey, Husserl, Bergson o Heidegger. En su filosofía se reconoce así una mezcla de vitalismo, fenomenología y existencialismo, sin poder catalogarse su obra en ninguna de esas corrientes en exclusiva, ya que en muchas ocasiones, como defiende el propio autor, se ha adelantado por su propia cuenta al conocimiento de tales ideas, e incluso a su formulación en el extranjero.
El pensamiento de Ortega suele aceptarse que transcurre a través de tres etapas:
Objetivismo (1902-1910): Es la etapa de formación, que incluye su estancia en Alemania. Ortega publica algunos artículos y, aunque más tarde se retractará de su radicalismo, en estos momentos defiende un cierto antihumanismo por temor al subjetivismo. Siguiendo la consigna de Husserl (“¡A las cosas mismas!”) propugna el lema “¡Salvémonos en las cosas!”, queriendo indicar con ello que lo importante es llegar a hacernos una idea cabal de los objetos con disciplina, racionalidad y método. También defiende el ideal científico frente al relativismo subjetivista.
Circunstancialismo y Perspectivismo (1910-1923): Publica su primera obra, Meditaciones del Quijote (1914), con su famosa referencia a la circunstancia ("Yo soy yo y mi circunstancia"), los artículos de El Espectador (de 1916 en adelante), y España invertebrada (1923). Empieza a defender la doctrina del "punto de vista".
Raciovitalismo (1923-1955): Etapa de madurez en la que publica El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), Ideas y creencias (1940), Historia como sistema (1941), etc.
“La doctrina del punto de vista” es el capítulo X del libro El tema de nuestro tiempo, pertenece por tanto al periodo de madurez, y es considerada una de las mejores exposiciones de sus posiciones filosófica. En todo el libro late la impresión de que España se encuentra en un estado de letargo, abandonada a una vida formalista y caduca: una nación de hombres que se comportan como sus abuelos. Además de esto, se expone un esbozo de su teoría de las “generaciones”, basada en la unidad cronológica de los quince años por generación, con el fin de buscar un fundamento “científico” a su idea. Ofrece como alternativa a su propia generación la tarea de sobreponerse a la dicotomía heredada entre el racionalismo desvitalizado y el vitalismo carente de inteligencia, éste es el tema fundamental del capítulo citado y por consiguiente "el tema de nuestro tiempo".
Por su parte, la historia y la sociología tienden respectivamente al historicismo (en sentido relativista) y al sociologismo, es decir, a explicar cualquier juicio de sus disciplinas mediante recurso a los hechos históricos objetivos (historicismo) o por motivos sociales entendidos como causas mecánicas (sociologismo).
Si a este relativismo generalizado se une la tendencia positivista paralela, para la cual la filosofía debería adoptar el método de las ciencias naturales a pesar de todo, se comprende que son muchos los peligros que debe sortear la filosofía del momento, y especialmente la de Ortega y Gasset: por un lado el irracionalismo ligado a las filosofías vitalistas, de tendencia relativista; por otro el objetivismo unido al positivismo; la tendencia racionalista y culturalista, encarnada en la obra de Descartes y Kant tampoco ha perdido influencia y Alemania se decanta por un neo-kantismo intelectualista que Ortega terminará rechazando.
Ortega es el introductor en España de la cultura filosófica europea: él mismo asume que gran parte de sus temas provienen de sus lecturas de Nietzsche, Dilthey, Husserl, Bergson o Heidegger. En su filosofía se reconoce así una mezcla de vitalismo, fenomenología y existencialismo, sin poder catalogarse su obra en ninguna de esas corrientes en exclusiva, ya que en muchas ocasiones, como defiende el propio autor, se ha adelantado por su propia cuenta al conocimiento de tales ideas, e incluso a su formulación en el extranjero.
El pensamiento de Ortega suele aceptarse que transcurre a través de tres etapas:
Objetivismo (1902-1910): Es la etapa de formación, que incluye su estancia en Alemania. Ortega publica algunos artículos y, aunque más tarde se retractará de su radicalismo, en estos momentos defiende un cierto antihumanismo por temor al subjetivismo. Siguiendo la consigna de Husserl (“¡A las cosas mismas!”) propugna el lema “¡Salvémonos en las cosas!”, queriendo indicar con ello que lo importante es llegar a hacernos una idea cabal de los objetos con disciplina, racionalidad y método. También defiende el ideal científico frente al relativismo subjetivista.
Circunstancialismo y Perspectivismo (1910-1923): Publica su primera obra, Meditaciones del Quijote (1914), con su famosa referencia a la circunstancia ("Yo soy yo y mi circunstancia"), los artículos de El Espectador (de 1916 en adelante), y España invertebrada (1923). Empieza a defender la doctrina del "punto de vista".
Raciovitalismo (1923-1955): Etapa de madurez en la que publica El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), Ideas y creencias (1940), Historia como sistema (1941), etc.
“La doctrina del punto de vista” es el capítulo X del libro El tema de nuestro tiempo, pertenece por tanto al periodo de madurez, y es considerada una de las mejores exposiciones de sus posiciones filosófica. En todo el libro late la impresión de que España se encuentra en un estado de letargo, abandonada a una vida formalista y caduca: una nación de hombres que se comportan como sus abuelos. Además de esto, se expone un esbozo de su teoría de las “generaciones”, basada en la unidad cronológica de los quince años por generación, con el fin de buscar un fundamento “científico” a su idea. Ofrece como alternativa a su propia generación la tarea de sobreponerse a la dicotomía heredada entre el racionalismo desvitalizado y el vitalismo carente de inteligencia, éste es el tema fundamental del capítulo citado y por consiguiente "el tema de nuestro tiempo".
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