No hay nada que pueda impresionarme tan
desfavorablemente como el que alguien trate de impresionarme favorablemente.
Los simpáticos me caen siempre antipáticos; los antipáticos me resultan,
ciertamente, incómodos en tanto dura la conversación, pero cuando ésta se acaba
se han ganado mi aprecio y simpatía. Ese viajero que dice "Buenas noches", al
entrar en el compartimiento del vagón; que apenas alza los ojos, sin interés
alguno, a la comparecencia de viajeros nuevos, que no vuelve a despegar los
labios hasta llegar a su estación, para decir: "Que tengan ustedes buen viaje",
suscita en mí la convicción –probablemente tan arbitraria como injusta– de que
en un choque o un descarrilamiento se portaría del modo más heroico y más
socorredor, mientras que el dicharachero, que no ha parado en todo el viaje de
hablar y de reír, de entablar relación con todo cristo, y no digamos si
–¡horror!– hasta contando chistes por añadidura, me impone, en cambio, la más
absoluta certidumbre de que no podría dar, en igual trance, sino el más
bochornoso espectáculo de histeria y cobardía. La simpatía es un arcaísmo de quienes creen, quieren creer o necesitan fingir que hay todavía un medio, un ámbito de vida pública, en el que los hombres pueden allegarse en algún grado, de manera directa y espontánea, los unos a los otros. La antipatía es resistencia y repugnancia a simular y escenificar -abyectamente- un mundo que no existe.
Rafael Sánchez Ferlosio: Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993). Barcelona: Destinolibro, 2001, págs. 15-16.
Rafael Sánchez Ferlosio |
6 comentarios:
Me parece una soberbia cretinez. Clasificar a las personas por su extroversión o introversión sería lo mismo que decir que Sánchez Ferlosio debe ser un viejo apestoso por su aspecto desaliñado.
Hay gente muy charlatana, que daría la vida por los demás y gente discreta y educada que abandonaría a su madre con tal de salvarse él.
Pese a este texto ridículo, me resisto a clasificar a Sanchez Ferlosio en el grupo de los idiotas
Desde luego, estimado Enrique, Ferlosio no es ningún idiota. Puede que tenga alguna peculiaridad de carácter, o "mucho carácter" (eufemismos para decir que es de difícil trato), pero pocos dan la vuelta a las cosas como él y, por ejemplo con textos como éste, nos hace replantearnos los tópicos y ver las cosas desde el punto de vista de la excepción.
Saludos.
Detrás de la extroversión o introversión de muchas personas hay, casi siempre, mucho más que una personal superficial o profunda. A veces el que parece pesado, es alguien auténtico, mientras que el discreto puede ser una mala persona.
Los "graciosillos" pueden molestar, pero de ahí a decir que son los cobardes que huyen cuando hay una catástrofe, hay un mundo.
No sé que pretende Sánchez Ferlosio con este escrito
Para mi la cuestión no es tanto saber qué hay detrás de alguien amable o incómodo como averiguar hasta qué punto hay "un ámbito de vida pública, en el que los hombres pueden allegarse en algún grado, de manera directa y espontánea". Sobre ese particular siento que es muy poco lo que puedo decir. Por una parte mi vieja alma castellana, admiradora ferviente de Delibes y Ferlosio (con mucho, el escritor vivo más importante que tenemos en castellano) me dice que tal cosa no es posible y que el hombre está solo en su noche (maravilloso título, por cierto, el de la novela de Julien Green: "Cada hombre en su noche"). Por otra, el tiempo que he pasado junto al Mediterráneo me hace pensar que, quizá, tal espacio sea posible y que muy posiblemente la vida es más fácil y más amable de lo que podría pensarse cuando se la mira desde el duro, helado y seco páramo castellano. No sé.
Chema Solera. Palma de Mallorca.
Si me lo permitís, voy a romper una lanza por el "graciosillo".
Creo que la falta de sentido del humor debería considerarse una limitación, por la que incluso se pudiera pedir una pensión; de alguna manera habría que compensar por esa deficiencia.
Agradezco siempre al que pretende hacerme reír, reconozco en su gesto un detalle de valentía y generosidad. Valentía porque se arriesga al ridículo del silencio de la gracia no comprendida o no compartida, y generosidad porque entrega su ingenio por el único pago de una sonrisa.
No sé lo que hará el "gracioso" en el caso de que el tren descarrile, tampoco sé lo que hará el silencioso. En cualquier caso ¿en cuántos trenes que hayan descarrilado habéis viajado? y por otra parte ¿cuántas veces habéis disfrutado con esa persona de vuestro entorno tocada con el mágico don de ver el lado cómico de las cosas?
Hablo, obviamente, de la risa que a nadie daña, que con nadie se ensaña; la otra me resulta tan repulsiva como a todos, como a todos los que merecen la pena.
Un sonriente saludo.
Llevo varios años poniendo este texto en clase cuando hablamos de la personalidad, y nadie, nunca, ha compartido la tesis de Ferlosio. No es que falten razones: divide a la humanidad en dos, le otorga rasgos disparatados a cada mitad, pretende predecir la conducta en base a una simple intuición y se hace merecedor él mismo, como autor, de los defectos que dice comprender.
Pero también hace una crítica de los bufones (es distinto ser gracioso a ser un payaso) y encuentra el lado humano de los aparentemente antipáticos (los duros con corazón de oro, en el cine es casi un género), es más, ¿quién no ha conocido antipáticos dignos de toda confianza y simpáticos ególatras? Puestos a derrumbar tópicos, Ferlosio elige darle la vuelta al de la simpatía y antipatía. Igual los simpáticos de verdad son los castellanos o los alemanes, es un poner.
La verdad como decís es que hay de todo en todos sitios, y que las personalidades son únicas; pero Ferlosio nos señala que también ocurre lo que él dice, y que no lo vemos, o no tanto.
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