— Dime, ¿tienes perro?
— Sí, y bastante malo -respondió Ctesipo.
— ¿Tiene cachorros?
— Sí, y tan malos como él -dijo.
— Entonces, el perro es el padre de ellos?
— Sin duda, yo mismo lo vi acoplarse con la perra.
— Ahora bien, ¿no es tuyo el perro?
— Por supuesto -dijo.
— Entonces, siendo padre y siendo tuyo, el perro es tu padre y tú eres el hermano de los cachorros.
— Sí, y bastante malo -respondió Ctesipo.
— ¿Tiene cachorros?
— Sí, y tan malos como él -dijo.
— Entonces, el perro es el padre de ellos?
— Sin duda, yo mismo lo vi acoplarse con la perra.
— Ahora bien, ¿no es tuyo el perro?
— Por supuesto -dijo.
— Entonces, siendo padre y siendo tuyo, el perro es tu padre y tú eres el hermano de los cachorros.
Platón: Eutidemo, 298d-e
La falacia sofística que muestra Platón en este disparatado diálogo se basa en el uso indistinto de "tu" y "tuyo" que expresan diversas relaciones de propiedad, pero cuyos sentidos se intercambia en el diálogo dándolos por equivalentes: El perro es padre, el perro es tuyo, luego el perro es tu padre y tú eres su hijo.
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