El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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domingo, 13 de mayo de 2012

La insoportable levedad del ser

Milan Kundera (1929)
     La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?
   El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan (...). 

 
   
   Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad.  Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia (...).


   Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht).
   Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
   ¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?
   La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
   Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
   Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?

Milan Kundera: La insoportable levedad del ser. Barcelona: Tusquets, 1985, pp. 11, 12 y 12-13. 

8 comentarios:

Ana Pecado dijo...

¡Levedad! ¿Por qué el peso es la más intensa plenitud de vida? ¿No lo es vivir sin restricciones?

benariasg dijo...

Puede que la levedad no sea nada sin el peso, ni el peso sin la levedad.
Igual no hay que elegir sino dar con el punto entre ambos. La levedad sin profundizar termina siendo viento; la profundidad puede hacerse demasiado pesada sin un toque de levedad. ¿¡Pero dónde está el punto!?
Si lo supiéramos no leeríamos a Nietzsche o Kundera...

Christine dijo...

¿Puede ser el peso inevitable y la levedad una opción?

Pilar González dijo...

Para mí que la clave está en la consciencia y la percepción del yo

benariasg dijo...

Una vida en la que todo pasa de pasada o una vida en la que todo arraiga y se queda, ¿qué es mejor?

Pilar González dijo...

Mejor... ¿para qué?¿para quien?.

Define mejor, Benito.

benariasg dijo...

Di que sí, Pilar: pidiendo precisión...

Pues "mejor" en el sentido de qué nos haría más felices: una vida de momentos que pasan, superficial, donde nada es para siempre, u otra a largo plazo en la que todo apunta a la eternidad y el instante se valora con respecto al todo. Nietzsche cree encontrar la cuadratura del círculo con "la carga más pesada", la del eterno retorno del instante. Teoricamente es genial, pero para llevarlo a cabo creo que necesitaríamos a un Aristóteles que nos diga cómo.

Pilar González dijo...

Bien, supuesto que mejor fuera lo que nos hiciera más felices, aún me quedaría otra pregunta que hacer ¿a corto plazo o a largo plazo?.

Pongamos un ejemplo. Cuando la presencia del ser amado te produce una felicidad que te desborda, tú deseas estar junto a esa persona por encima de todas las cosas, pero es posible que ese afán te esté destruyendo lentamente. En ese caso sería necesario decidir que felicidad es la mejor, si la del corto o la del largo plazo, aunque ésta te haga sentir peor por un periodo corto o no tan corto de tiempo.

Si en lo sucesivo buscas de nuevo ese tipo de amor, o lo añoras en lo más profundo, estás entrando en el bucle del eterno retorno: volver a sentir lo mismo es lo único que deseas, y si es así, posiblemente vuelvas a encontrarlo una y otra vez, siendo inmensamente feliz en el corto plazo.

Hay que tener cuidado con lo que nos hace felices, por tanto. Puede estar en ello la semilla de nuestra propia destrucción. Como en el caso del reloj de Cortázar, y tantos otros casos de dependencia y/o fijación.

Sería pues necesario saber discernir quien soy yo ahora, y qué quiero ser en lo sucesivo de manera objetiva, tarea de introspección nada fácil, para saber que cosas debemos reproducir y aún fijar en futuras iteraciones, y que cosas debemos desechar para salir del bucle y recorrer un tramo lineal, así como reconocer en las bifurcaciones cual es el camino más adecuado para alcanzar la meta, nada nítida por otra parte.

Bueno, bueno, se ve que tengo pensamiento algorítmico, o algo así, que le vamos a hacer. Ten piedad de mis limitaciones.