En ocasiones sobrecogía a Claudine, también en su felicidad, la conciencia de una simple realidad, casi casualidad; a veces pensaba que le debía estar destinada otra forma distinta, lejana, de vida. Quizá no fuera más que la forma de un pensamiento anterior que había permanecido en ella, no un pensamiento realmente pensado, sino la sensación que lo pudo haber acompañado alguna vez, un movimiento vacío, incesante, de acechar y mirar hacia afuera, que -retrocediendo y no siendo nunca del todo satisfactorio- hacía mucho que había perdido su contenido y flotaba en sus sueños como la abertura de un oscuro corredor. (...) Había en ella un suave desasosiego, un anhelo casi enfermizo por sentir una tensión extrema, la intuición de una última elevación. Y en ocasiones sentía como si ella estuviese destinada a un desconocido dolor de amor.
Robert Musil: "La consumación del amor", en Uniones. México: Sexto Piso, 2007, págs. 24-25.
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