Cuando Teresa y yo llegamos al infierno,
Minos se ciñó dos veces al cuerpo con la capa y nos mandó a ese círculo que se
ha hecho famoso por la historia de Francesca de Rímini y Paolo Malatesta.
¡Imposible soñar paraíso semejante! Desde que llegamos se dejó sentir el
impulso afrodisíaco de las llamas y nos entregamos a una lujuria insistente. No
tardamos mucho en contagiar a los demás condenados y así el Segundo Círculo del
infierno se convirtió de pronto en escenario de increíbles orgías. Como es de
suponerse, el Señor se enteró en el acto y cambió nuestra sentencia; desde
entonces estamos en el paraíso, colocados a insalvable distancia, confundidos
por los coros angélicos, purificados los dos de tal manera que parecemos
creaciones de Botticelli, contemplándonos, solamente contemplándonos, mientras
todo el cielo tiembla y se desbarata como flamita nerviosa de cirio pascual
ante las notas triunfales del tedéum.
José Joaquín Blanco (1921): “El
otro infierno”, en Edmundo Valadés (ed.): El
libro de la imaginación. México: F.C.E., 1976, p. 237.
Gustave Doré: Paraíso |
Puede leerse la traducción de Ángel Crespo de Infierno, V, con ilustraciones, muchas de ellas relativas a Paolo y Francesca, en el Blog Ut Pictura Poesis.
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