A Rubens se le ocurrió esta idea: de lo más profundo del universo llegarán a la tierra unos hermosos ejemplares de mujeres, sus cuerpos se parecerán al cuerpo de las mujeres terrícolas, pero serán totalmente perfectos porque el planeta del que provienen no conoce las enfermedades y los cuerpos carecen allí de enfermedades y defectos. Sólo que los hombres terrícolas que se encontrarán con ellas no sabrán de su pasado extraterrestre y por eso no las entenderán en absoluto; nunca sabrán qué efecto tendrá en esas mujeres lo que digan o hagan; nunca sabrán qué sentimientos se ocultan tras sus hermosos rostros. Con mujeres hasta tal punto desconocidas sería imposible hacer el amor, se decía Rubens. Luego rectificó: es posible que nuestra sexualidad esté tan automatizada que al fin y al cabo haga posible el amor físico incluso con mujeres extraterrestres, pero sería un amor al margen de todo tipo de excitación, un acto amoroso convertido en un mero ejercicio físico carente de sentimiento y de impudicia.
Milan Kundera: La inmortalidad. Barcelona: Tusquets, 1990, pág. 370
&
VENUSINAS
Las primeras llegaron al comenzar el mes
de mayo. Eran tan bellas que hicieron soñar a los hombres a lo largo de los
días y a lo largo de las noches.
Poco se tardó en saber que no eran nada
hurañas, y los hombres se transmitieron la nueva. Hacían el amor con tal
refinamiento, que dejaban muy atrás el ardor de sus rivales terrestres. El
número ya grande de solteras aumentó.
Y seguían cayendo del cielo, más
deseables que nunca, eclipsando a la mujer más maravillosa. Sólo el amor contaba
para los hombres, y ellas no envejecían.
Mucho tiempo pasó antes de que se dieran
cuenta de que eran estériles.
Así que, cuando medio siglo más tarde sus
robustos amantes llegaron de Venus, sólo quedaban en la Tierra hombres
decrépitos y mujeres ancianas.
Tuvieron con ellos muchos cuidados y los
trataron sin brutalidad.
Pierre Versins, en
Edmundo Valadés (ed.): El libro de la
imaginación. México: F.C.E., 1976, pág. 175
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