El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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lunes, 13 de abril de 2020

10 obras básicas o de Introducción a la Filosofía


Dedicado al alumnado de Filosofía de los institutos  

   Voy a comenzar con una anécdota personal. A los once o doce años cayó en mis manos un libro de texto de Historia de la Filosofía que pertenecía a uno de mis hermanos mayores: era una materia que yo todavía no podía estudiar, y justo por eso me atrajo enseguida. Me puse a curiosear sus páginas en blanco y negro, bastante incomprensibles, ya que se trataba de un manual más bien escolástico, de finales del franquismo, seco como el desierto y sin ningún atractivo. Sin embargo, allí aparecían unos nombres curiosísimos: Feuerbach, Kierkegaard, Heidegger, Wittgenstein... Gente con esos apellidos tenían que ser realmente especiales. No sabía que Feuerbach es "arroyo de fuego" o que otros apellidos simplemente marcan como en español la filiación con los padres o la genealogía, sólo que en inglés, alemán o francés. De todos ellos, había un nombre que me intrigó especialmente. En la sucinta biografía recogida en el manual aparecía una foto del filósofo con los ojos semivueltos y un aspecto algo trágico. Sus últimas palabras parecían desmentir o tal vez confirmar el aura que transmitía esa foto: "Decidles que mi vida fue maravillosa". Para colmo uno de sus libros se llamaba Tractatus logico-philosophicus, aunque no se había editado en la Edad Media, sino en pleno siglo XX. Empezó a rondarme la idea de estudiar la llamada por entonces "Filosofía Pura". Quería entender de qué iba todo aquello, quería saber más de esa gente tan rara. Así que encargué a uno de mis hermanos que me comprara en una de sus visitas a la capital el Tractatus ése de Ludwig Wittgenstein. Vaya nombrecito. Alguien con ese apellido tenía que ser muy sabio. Realmente, no sabía yo cuánto.
   Por supuesto, el Tractatus se me cayó de las manos casi enseguida: era indescifrable. Ni siquiera el prólogo de otro filósofo, llamado Bertrand Russell, aunque se esforzaba por hacerse entender, pudo ayudarme lo más mínimo. De todos modos, la escritura del libro era muy curiosa, con esas máximas al estilo de los axiomas matemáticos, recogiendo lo que se podía decir y por tanto tenía sentido... El final también era apoteósico, y eso sí lo entendí más o menos: su libro era una especie de escalera que debía tirarse una vez se había subido por ella, y a la postre "de lo que no se puede hablar, mejor es callarse". Desde entonces, soy una persona más bien callada. He seguido la recomendación del buen Wittgenstein.
   Cuando pasé a la Universidad Laboral, que entonces era un internado, aproveché una gripe y el confinamiento en la enfermería para leer un libro con fama de subversivo: Así hablaba Zaratustra era su título, en una edición antigua de Bruguera, para muchos el mejor libro de Friedrich Nietzsche. Ya en la portada aparecía la imagen del autor, con su célebre mostacho y postura de hombre atormentado. Allí encontré una mezcla extraña de narración y discursos de sabiduría esencial que me dejó pasmado. Me recuperé de la gripe, pero no de esa lectura. Casi de inmediato empecé a frecuentar una Historia de la Filosofía de un antiguo conocido, Bertrand Russell, que en la edición de Aguilar venía editada con unas delicadas hojas de papel biblia. En ella se explicaban las teorías de los distintos autores con una sencillez que curiosamente despreciarían todos los profesores de mi futura facultad, quienes se apresuraban a recomendar las profesionales y morosas exposiciones del Abbagnano o las sutilmente tendenciosas del Coppleston o el Hirschberger.
   En COU tuve que leer el Fedón y el Discurso del Método, y creo que aparte de algunos libros más o menos próximos, como los cuentos de Borges, el Juan de Mairena de Machado o La náusea de Sartre, no indagué mucho más hasta llegar a la carrera. Sin embargo, hoy creo que se pueden leer y comprender algunas obras fundamentales que no son manuales ni estudios introductorios, sino obras originales de los propios autores, y se pueden leer además a partir de los 16, 17 o 18 años, aunque no se tengan conocimientos previos. Creo también que no es necesario el apoyo de ningún manual o complemento para apreciarlos por uno mismo, e incluso que leerlos sin ayuda es lo más deseable en un primer momento. Si acaso, bastaría con la Wikipedia para contextualizar a los autores y las obras, poco más. Los voy a ir enumerando en orden cronológico, pero tampoco veo necesario leerlos en este orden, ya que no se necesitan ni se apoyan mutuamente. Entre todos, sin embargo, formarían algo parecido a la estructura del Atomium de Bruselas: cada esfera representaría un libro que, aun teniendo conexiones cilíndricas con los otros, al mismo tiempo es independiente y autónomo.




1) Del alba de la filosofía occidental es muy sugerente, muy breve en extensión y sin embargo capaz de suscitar múltiples reflexiones la colección de Fragmentos conservados de HERÁCLITO. Hay ediciones independientes, a menudo con comentarios (no creo que sea lo mejor en una primera lectura), pero lo más normal es encontrarlos integrados en ediciones conjuntas de Los filósofos presocráticos. No se debe pretender descubrir qué quiso decir digamos "en realidad" el propio Heráclito, ya que eso es un tema más que polémico; lo principal aquí sería empezar a leer estas cosas, lo cual significa: con paciencia, parándose a pensar lo que se lee, tomando notas si se ve necesario, marcando los textos y anotándolos, memorizando los más agudos. Heráclito nos hace pensar, pero seguramente a cada uno nos diga una cosa distinta, y eso ya es mucho. Ya habrá tiempo para comprender que debajo de estos fragmentos hay una coherencia más o menos objetiva.

2) Para introducirse en SÓCRATES, el filósofo del "giro humanista" en la filosofía de la época clásica, lo preferible es optar por sus propias palabras. Sabemos que no escribió nada; pero su alumno Platón dejó por escrito sus intervenciones ante el tribunal que lo juzgó en el año 399 a. C. No hay motivo para pensar que esas palabras no fueran literales o muy próximas a su discurso real en el juicio, siendo por tanto la expresión más cercana a sus ideas en el sentido histórico. Apología de Sócrates (de Platón) debería ser la primera o una de las primeras lecturas de filosofía que hagamos. Hay que prestar una atención especial a las referencias de Sócrates a su "demonio", y a ese final reflexionando sobre la muerte, de un patetismo sublime.

3) El primer Gran Filósofo de la Historia, el Padre de todos ellos, es PLATÓN. Sin desmerecer a los anteriores, en especial a su maestro Sócrates, hay que reconocer en Platón al autor que ha marcado la ruta y planteado las preguntas principales de la filosofía. Por la extensión de su obra, por su profundidad, por la belleza de sus escritos, hay que leer todo lo que podamos de Platón. Cualquier diálogo del periodo inicial o medio resulta accesible, en mi caso ya digo que en el instituto me hicieron leer el Fedón, pero hoy creo que hubiera estado mejor el Protágoras o el Fedro. Y si se trata de elegir uno solo, pequeño, comprensible y de gran altura literaria, me decantaría por El Banquete, ya que en él expone mitos fundacionales de nuestra idea del amor, relacionándolos además con el sentido de la "filo-sofía". Es un libro muy heterogéneo, de hecho algunos de los discursos que incluye parecen casi de relleno; pero el arranque, el discurso de Aristófanes, el de Sócrates y el divertido final son geniales.

4)  Si Sócrates es el abuelo de la filosofía occidental y Platón el padre, el hijo o el rey de la casa es ARISTÓTELES. El problema con Aristóteles es que no tiene el estilo brillante de su maestro, ya que se han conservado sólo sus apuntes de clase, y se han perdido sus libros editados para el gran público. Si Platón indicó los temas y empezó a dar respuestas a las preguntas de la filosofía, Aristóteles sistematizó el Conocimiento, asignó tareas y métodos, creó casi de la nada la Lógica, la Biología y la Ética, entre otras materias. En todas ellas, incluida la Metafísica y la Física, la Poética y la Política, ofreció teorías que marcaron los siglos venideros, y su influencia aún perdura en el terreno de la filosofía práctica. Hace un tiempo, una de las opciones de lectura para Selectividad, era estudiar parte del libro II de la Ética a Nicómaco. Ese libro o capítulo explica su teoría de las virtudes éticas, y creo que sería la mejor entrada para empezar a leer sobre ética en general y a Aristóteles en particular.

5) Siguiendo con la ética, aunque no sólo con ella, hay un filósofo del llamado periodo helenistico griego (desde finales del siglo IV al siglo III a. C.) decisivo y muy legible, interesantísimo como maestro "de vida", que es EPICURO. Aunque escribió al parecer decenas de obras, sólo se conservan con cierta extensión tres de sus cartas. Sus obras se suelen editar en un breve volumen, donde la introducción suele ocupar tanto o más que los escritos. Epicuro ofrece unas recomendaciones para la felicidad humana que por primera vez en la historia no se olvidan del cuerpo, rompiendo así, aunque moderadamente, con el predominio casi exclusivo del alma en la época anterior. Sólo por eso ya merece ser de los primeros filósofos que leamos. Nos permite además obviar o dejar para más adelante otras lecturas igualmente interesantes pero que están en la misma línea, siempre hablando en general: el Enquiridion de Epicteto, las Cartas a Lucilio de Séneca o los tratados morales de Plutarco, que también podrían entrar, con todo derecho, en una lista de lecturas básicas de filosofía.

6)  Nos saltamos con un largo puente toda la filosofía medieval, demasiado teologizada, y sobre todo compleja, como para destacar alguna obra cortita y accesible. Además, ninguna podría competir con el maestro renacentista de la bonhomía y el estilo, MICHEL DE MONTAIGNE, de tremenda actualidad, especialmente en España, donde se suceden las traducciones de Les Essais completos o seleccionados en diversas ediciones, varias de ellas muy buenas. El inventor del género "ensayo" es al mismo tiempo su mejor cultivador. Este hombre del siglo XVI parece seguir vivo entre nosotros. Por su mente abierta, por su humildad y por su gran estilo, Montaigne merece ser leído completo y constantemente, pero si hay que elegir un texto introductorio habría que ir a La experiencia, el último de sus trabajos, resumen y culmen de toda su obra.

7) Más influido de lo que reconoció nunca por Michel de Montaigne encontramos al más importante filósofo del Barroco, el también francés RENÉ DESCARTES. Si hay un texto de filosofía que suscita la unanimidad a la hora de seleccionar lecturas accesibles para todo tipo de público, ése es el Discurso del Método (1637).  En realidad no lo es tanto, y el alumnado en general se queja de que es "aburrido". Para evitar esa reacción, hay que hacer una epojé mental, coger aire, trasladarse al tiempo de los desplazamientos en coche de caballos, en que te jugabas la vida como le ocurrió al propio Descartes simplemente vadeando un río en compañía de desconocidos, al tiempo en que Europa se enfrentaba en guerras interminables de religión y nacionalismo, y en que para curar una gripe se limitaban a hacer sangrías. En ese tiempo, un hombre calificado de genio indiscutible por todos los psicólogos que han estudiado el tema decidió que no podría seguir viviendo si no deslindaba qué es real y verdadero y qué no lo es. Disponía de las armas de la matemática, que dominaba como pocos en su época, pero buscaba un fundamento general, y eso sólo podía encontrarlo en la filosofía. La autobiografía intelectual de esa búsqueda la expuso en el delicioso opúsculo que a modo de discurso o ensayo servía de introducción a otros tratados, estos sí, tan secos como difíciles; pero el propio Discurso es una obra muy valiente para la época, de una audacia que aún nos resulta insólita. Se debe leer entero, las seis partes, cada una de ellas tiene su contenido específico y sus virtudes, aunque la más importante es la IV, donde expone los fundamentos de su metafísica. Si tuviera que destacar una sola cosa de este libro inagotable, creo que sería la defensa que hace de la capacidad que todos tenemos para pensar y decidir por nosotros mismos. Todo un alegato revolucionario en esa y en todas las épocas.

8) Este espíritu crítico y revolucionario fue continuado siglo y medio más tarde por un texto de EMMANUEL KANT, titulado ¿Qué es la Ilustración? (1784), de inmarchitable actualidad, ya que de hecho se sigue trabajando en los institutos como uno de los textos fundacionales de la filosofía, en este caso en el terreno de la política. Pocos arranques son tan claros como el de este artículo, y pocos tan famosos. ¡Sapere aude!, es desde entonces no sólo un lema de Horacio, sino la divisa de la filosofía entera. De Kant sólo se puede decir que es uno de los más grandes. En Ética es posiblemente el autor de referencia, junto con Aristóteles, y aunque la mayoría de sus libros son muy complejos y difíciles, se pueden leer también con relativa facilidad el Ensayo para introducir las magnitudes negativas en la filosofía (1763), al que tantas veces se refiere con maestría el profesor Domingo Blanco, la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres (1785) o Cómo orientarse en el pensamiento (1786).

9) El filósofo que marca el paso a la época contemporánea es FRIEDRICH NIETZSCHE. Lo normal en mi juventud era elegirlo a él junto con Sigmund Freud y Jean-Paul Sartre para iniciarse en esto de la filosofía. De los tres sólo mantiene ese prestigio el filósofo del gran bigote. Pocas figuras más reconocibles, pocas frases más célebres que su "Dios ha muerto". Debe de ser ese ateísmo e independencia de las religiones entrevisto en la famosa afirmación lo que a menudo se ha ido buscando en su obra. Por supuesto que se encontrará en ella, y en abundancia, la crítica al cristianismo, la afirmación del hombre y, sobre todo, del superhombre. Pero no sólo eso. Nietzsche significa un nuevo modo de pensar, implica la irrupción de la fragmentación en el pensamiento, es una vuelta a Heráclito con todas las consecuencias, y no todas positivas, porque la ambigüedad y la falta de sentido los sobrevuela a ambos. Destruir el lenguaje desde el lenguaje o a la razón desde la razón, es a la postre una tarea vivificante pero que nadie sabe cómo llevar hasta sus últimas consecuencias. En ningún sitio, creo yo, expone mejor sus líneas maestras que en un escrito póstumo dictado en 1873 y que a veces se publica independientemente: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Otros libros muy legibles de Nietzsche son por ejemplo su autobiografía Ecce Homo o Crepúsculo de los ídolos, los dos de 1889. En general es uno de los filósofos más accesibles de toda la historia. Por su valor literario, por la forma de su escritura, mayormente aforística y fragmentaria (lo que permite ir haciendo una selección o antología propias) y por su relación con la vida cotidiana, Nietzsche es una inspiración constante.

10) Me resulta difícil elegir una sola obra, pequeña, comprensible y representativa de la época contemporánea, es decir desde finales del XIX hasta ahora. Hay demasiadas o demasiado pocas, no sabría decirlo. Tropezamos aquí con la variedad múltiple de la filosofía contemporánea. Si pienso en la fenomenología, por ejemplo, creo que se pueden leer con pocas dificultades varios textos introductorios de Edmund Husserl; pero no creo que conecten con la sensibilidad actual ni con los intereses de alguien que no tenga nociones previas de ella; Martin Heidegger dejó artículos y opúsculos comprensibles, a condición de acompañarlos con algunas contra-críticas del Círculo de Viena o de Adorno;  Jean-Paul Sartre tiene una conferencia que hemos leído muchas veces como introducción al existencialismo, pero el existencialismo está más muerto que vivo en la actualidad y ya no despierta las adhesiones de antes. Los filósofos finiseculares del XX, especialmente el cuarteto francés Deleuze-Derrida-Foucault-Lyotard es bastante difícil de comprender, al igual que el gran Hans Blumenberg, que escribe en fragmentos a veces, pero tan ricos por separado como un tratado completo. La filosofía analítica es tan específica que no se me ocurre ningún texto representativo o que no despierte el bostezo de inmediato. Ludwig Wittgenstein hemos quedado en que es el peor candidato para empezar a leer filosofía, aunque entre sus papeles dejó conferencias y opúsculos más breves que sus dos obras mayores. La hermenéutica de Gadamer o Ricoeur exige unos conocimientos previos de la historia de la filosofía que la invalidan como corriente para inciarse en ella, salvo que se quiera entrar por la puerta de la erudición. La Filosofía de la Ciencia, la Estética o la Filosofía Práctica, como disciplinas que se han ido independizando del tronco común, cuentan con sus propios autores, muy especializados y a menudo con textos introductorios o breves que podrían recomendarse, si no cumplieran funciones tan particulares y concretas dentro de su propia área. Tal vez lo mejor para empezar a sondear este periodo tan diverso sea una Historia de la Filosofía Contemporánea o una Filosofía del siglo XX como la de Remo Bodei, o bien seleccionar una serie de ensayos diversos, desde Bertrand Russell hasta Pascal Bruckner o Alain Finkielkraut, en los que la crítica de la cultura y de las ideas se asocia con comentarios filosóficos. Pero después de todo somos españoles, y aunque no sea lo más destacado de nuestra historia cultural, también hemos tenido algo de filosofía en ella. En la línea de textos que vengo destacando, donde la reflexión se une a menudo con la biografía, el "Prólogo para alemanes" de JOSÉ ORTEGA Y GASSET es un texto brillante. En él la tendencia general al barroquismo tan propio del autor se atempera, seguramente por su carácter póstumo e inacacabado, y por tanto escasamente corregido, aunque lo redactó en 1934, más de veinte años antes de su muerte. En los institutos se suelen priorizar otros textos de Ortega, como "Ni vitalismo ni racionalismo" (1924) o el capítulo "La doctrina del punto de vista" perteneciente a El tema de nuestro tiempo (1923); pero el prólogo inacabado para la traducción al alemán de ese volumen me parece más espontáneo y atractivo. En él se presenta a sí mismo ante una audiencia extranjera que empieza a conocerlo, en su momento de mayor madurez filosófica, cuando ha dado con todas las claves de su obra.  Es un texto muy narrativo, cumpliendo con esa convicción suya de que la vida es relato o novela. También es un texto de recapitulación, y quizás por eso lo dejó sin terminar, porque si algo aprende uno en Ortega es lo mismo que hemos ido aprendiendo en Heráclito, Sócrates, Platón, Montaigne, Descartes o Nietzsche, en todos los grandes autores en realidad: que la filosofía no tiene final, sólo principios en el sentido de comienzos.


Bibliografía

 1. Heráclito de Éfeso: "Fragmentos de Heráclito", en De Tales a Demócrito. Fragmentos presocráticos. Madrid: Alianza Editorial, 1988, págs. 133-146. Edición de Alberto Bernabé.

2. Platón: "Apología de Sócrates", en Diálogos I. Madrid: Gredos, 1981, págs.  148-186. Trad. J. Calonge.

3. Platón: El Banquete. Madrid: Alianza Editorial, 1989. Edición de Fernando García Romero. 

4. Aristóteles. Ética Nicomáquea / Ética Eudemia. Madrid: Gredos, 1985, págs. 158-177. Trad. Julio Pallí Bonet.

5. Epicuro: Obras. Madrid: Tecnos, 1991. Edición de Montserrat Jufresa. 

6. Michel de Montaigne: "La experiencia", en Los ensayos. Barcelona: Acantilado, 2007, págs. 1585-1669.  Trad. J. Bayod Brau.

7. René Descartes: Discurso del Método. Oviedo: KRK, 2010. Trad. Guillermo Quintás Alonso.

8. Emmanuel Kant: "¿Qué es la Ilustración?" en Filosofía de la Historia. Madrid: FCE, 1981, págs. 25-37. Trad. Eugenio Ímaz.

9. Friedrich Nietzsche: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos, 1990, págs. 15-38. Trad. Luis M. Valdés y Teresa Orduña.

10. José Ortega y Gasset: "Prólogo para alemanes", en El tema de nuestro tiempo. Madrid: Alianza/Revista de Occidente, 1981, págs. 13-71.

jueves, 29 de agosto de 2019

Monsieur Teste, el libro



   Es uno de esos libros que se pueden visitar por cualquier página y siempre nos dice algo. El título, por ejemplo, habría que llevarlo mas a tester que a tête, más al ensayo y las experiencias que a la cabeza y al intelecto. Así, la traducción libre sería "Señor Ensayo" o, como diría Musil, "Monsieur le Vivisecteur" (entendido al modo de Nietzsche como un "Herr Genealogist"). Tendríamos que relacionarlo, por tanto, con el Señor de la Montaña y sus Essais, que no sólo ensayan y catan, sino que comprueban y retuercen, como los de Bacon y tantos otros ensayistas ingleses, y tal vez Galileo sopesaba todo esto, incluido el posterior interés de Valéry por la física, cuando puso como título a su libro de 1623 El Ensayador y hablaba allí metafóricamente de la naturaleza como un libro escrito en lenguaje matemático. Portentosa imagen la de la naturaleza y el libro, no tarda en reaparecer en Descartes cuando habla del “libro del mundo” en su Discurso o Ensayo previo a sus tratados de 1637. Sobre Descartes también se explaya Valéry en varios textos a los que habría que volver después de los circunloquios de su Ensayador; y naturalmente, habría que terminar en Blumenberg y su tremenda exposición sobre La legibilidad del mundo. Un libro lleva a otros diez si es bueno, y a toda una biblioteca si es de los imprescindibles; aunque en algún momento tendremos que volver a la actitud ingenua y creer ingenuamente que un libro es solo un libro. 
 
 

viernes, 3 de mayo de 2019

Ciencia Ficción profundamente filosófica



Tan contundente como siempre, en uno de sus artículos ("Sortir du XXe siècle", del año 2000) dice Michel Houellebecq que "la literatura más brilante e inventiva" del siglo XX es de ciencia ficción. Añade también que dentro de ésta hay una producción de novelas y cuentos profundamente filosófica y profundamente poética. Los nombres que aduce son moderadamente conocidos por los aficionados: Clifford D. Simak y su impresionante Ciudad, de 1952; R. A. Lafferty con un relato no traducido al castellano, "The World as Will and Wallpaper", de 1973 y Llegada a Easterwine (1971) novela que se ofrecía como la primera autobiografía de una máquina pensante o inteligencia artificial; y, ya sin obras concretas, nombra a Ballard, Disch, Kornbluth, Spinrad, Sturgeon y Vonnegut. 
   La ciencia ficción es literatura de género, y los géneros (el terror, las policiacas, el western, la fantasía...) tienen su propio público, que a menudo sólo lee este tipo de libros. Pero hay tantas maravillas incluidas en los conjuntos estancos de los géneros que sólo cabe agradecer el artículo de Houellebecq, tan hiperbólico además: debe de haber suscitado mucha curiosidad entre los lectores de literatura digamos "normal", si es que la de Houellebecq puede considerarse como tal.
   Pues bien, además de valorar la literatura de género de la ciencia ficción, Houellebecq confirma según decíamos que incluye obras profundamente filosóficas y profundamente poéticas. Ante este reclamo ya es imposible seguir ignorándolas. No alude, y bien podría haberlo hecho, a Lem, Bradbury, Orwell, Clarke, Asimov y otros nombres reconocidos tanto por su estilo como por su altura de ideas. Prefiere señalarnos autores menos evidentes. De todos ellos habría mucho que hablar e investigar; pero vamos a detenernos unos instantes en una novela corta (género maldito dentro de otro género maldito) de uno de los menos renombrados autores de arriba: Jinetes de la antorcha (1972) de Norman Spinrad. 
   El argumento parte de una Tierra definitivamente destruida, y de una flota de naves terrestre que surca el amplio espacio en busca de un nuevo hogar. Con el paso de los siglos, las naves o antorchas se han ido reparando y hasta incrementado gracias a una tecnología que permite recoger materia y transformarla. Además, las antorchas se propulsan con hidrógeno estelar, luego son prácticamente eternas. La vida en el centro de la Migración va perdiendo el contacto con el planeta originario. Los humanos pueden vivir cualquier tipo de vida a través de una compleja tecnología que combina la realidad virtual con el pensamiento: la representación crea la realidad, el pensamiento es la experiencia. Artistas como Jofe D'mahl produce "sensos" u obras capaces de enriquecer la experiencia de los demás. Periódicamente, naves rastreadoras pilotadas por "sorbevacíos" horadan el inmenso espacio negro en busca de un planeta habitable, a solas, sin las posibilidades hedonistas del núcleo central de antorchas. Cada noticia de un nuevo planeta que podría ser el ansiado nuevo hogar es recibida con alborozo por la población de la migración; pero ninguno termina confirmado, sólo se encuentran astros estériles, de piedra y arena, con atmósfera irrespirable y temperaturas insoportables. Aun así los "sorbevacíos" muestran una pasión en su tarea que despierta la curiosidad de un artista de las experiencias posibles como es D'mahl, y por ello se embarca en una antorcha para conocer el secreto, nunca revelado, de estos pilotos. Lo que descubre es doble: en primer lugar que su particular experiencia privilegiada (su "llamada") es la terrorífica inmersión a solas en el vacío cósmico durante periodos de uno o dos días, una suerte de experiencia budista que los transforma e ilumina. En segundo lugar le confiesan que, son conscientes de que sus viajes son inútiles: no hay vida ni planetas habitables. Antes de llegar a ellos ya saben el resultado, y aun así creen, al modo de Unamuno, que su tarea es dotar de ilusiones a sus congéneres.
   Spinrad plantea una gran variedad de inquisiciones filosóficas: la metáfora del naufragio exitoso de la Humanidad, reparando sus propias naves y perfeccionando su mundo gracias al reciclaje podría haberla imaginado el poético Hans Blumenberg; la equiparación de pensamiento y realidad que caracteriza al egoico D'mahl es tan extrema como la de Parménides y tan obvia como la de Descartes, Hegel y Husserl. Ahora bien, la compleja e inmediata red de interconexiones con las máquinas y con los demás a través de la realidad virtual no logra resolver el problema del otro como radical alter ego ni el del agotamiento de los recursos propios por muy imaginativos que éstos sean, con el tedio consiguiente, y por eso D'mahl reconoce que para producir sensos u obras nuevas tiene que ayudarse en parte de experiencias inéditas. Lo que descubre al sumergirse en el vacío es muy existencialista: la fuente del Ser no es el pensamiento ("la conciencia es lo importante", afirma en tono husserliano) sino la Nada ("una burbuja de sensación dentro de una nada que no conocía sensaciones ni se conocía a sí misma"). Ahora bien, este camino es paradójico: la Nada es (¿es?) en sí misma ausencia de respuestas, simple estremecimiento de angustia en un vacío que no es nada. Esta experiencia logra rehabilitar la conciencia fundamental del ego cartesiano: "la réalité c'est moi", concluye D'mahl. ¿Vuelta al principio? Sí, pero es una vuelta enriquecida con rasgos de mandala: a salvo de la teología, de la añoranza del Paraíso y por supuesto de castigos y traumas infantiles. "Abandonaremos las cosas de la infancia: dioses y demonios, soles y planetas, culpas y lamentaciones." Es como si la nada en el centro de la conciencia nos susurrara como afirman los pilotos que no somos libres en realidad o, como cree Sartre, que somos esencialmente libres y por tanto repletos de posibilidades, nada más y nada menos.

Primera imagen real de un agujero negro (2019)
 

jueves, 14 de septiembre de 2017

Las sombras de la noche

[ Toda criatura humana está destinada a constituir un profundo secreto y misterio para todas las otras. Es una consideración solemne que, cuando llego a una gran ciudad de noche, cada una de esas casas arracimadas lóbregamente encierra su propio secreto; que cada habitación en cada una de ellas encierra su propio secreto; que cada corazón palpitante en los centenares de millares de pechos que allí se esconden, es, en algunas de sus figuraciones, un secreto para el corazón más próximo, el que dormita y late a su lado. Y hay en todo ello algo atribuible al espanto ], algo de común con la muerte. No podré volver más las hojas de ese libro amado que esperaba leer hasta el fin; no sondearé más con la mirada esa agua profunda donde a la luz de los relámpagos vislumbré un tesoro. Estaba escrito que el libro se cerraría para siempre tan pronto como hubiera descifrado la primera hoja; estaba escrito que el agua en la que hundía mis ávidas miradas se cubriría con un hielo eterno en el momento en que la luz se reflejara en su superficie, y que me quedaría en la orilla, ignorando las riquezas que contenía. [ Mi amigo ha muerto, mi vecino ha muerto, mi amor, la niña de mi corazón, ha muerto: es la inexorable consolidación y perpetuación del secreto que siempre hubo en ellos ], como hay uno en mí que me llevaré a la tumba. [ En cualquiera de los cementerios de esta ciudad por la que paso, ¿hay durmiente para mí más inescrutable que sus atareados habitantes, en su individualidad más íntima, o de lo que lo soy yo para ellos? ]

Charles Dickens: Historia de dos ciudades, cap. 3.

Traducciones de: Javier Marías (Berta Isla. Madrid. Alfaguara, 2017, págs. 540-541 y 543 [entre corchetes]) + A. de la Pedraza (Madrid: Alba Editorial, 1999, pág. 24).

martes, 30 de octubre de 2012

Edipo Rey


   La obra Edipo Rey es el modelo de la tragedia clásica, según Aristóteles. Desde su estreno en el ya lejano siglo V a. C., durante el esplendor de la Atenas clásica, ha suscitado la admiración de todo tipo de espectadores. Es difícil encontrar una obra que afronte con tanta claridad los temas límite de la literatura (parricidio, incesto, automutilación)... Ni siquiera hoy en día es corriente encontrarlos en la literatura reciente, y desde luego no con tanto buen gusto. La obra se mantiene por el gran estilo con que está compuesta, y por la compasión con que Sófocles trata a su héroe trágico, ese incauto Edipo llevado a la destrucción por una suerte adversa. Esta inaudita trama logra despertar durante la representación teatral una profunda liberación de emociones en el espectador (catarsis), como dice Aristóteles, lo que explicaría por qué se mantiene como obra imperecedera a través de los siglos.

Macbeth


   El terror literario llegó a Occidente con Edipo Rey, y alcanzó la cúspide con The Tragedy of Macbeth (1606). En ambas obras son cruciales los adivinos para desencadenar los acontecimientos trágicos, en ambas se sobrepasan con creces los límites de lo tolerable y lo correcto. Nos sumergimos en las delicias delestremecimiento. Desde Aristóteles sabemos que pocas cosas resultan más liberadoras que una buena dosis de peligro mientras estamos a salvo en nuestra casa. La literatura, el cine, la pintura o la ópera han repetido la imagen del Bosque de Birnam desplazándose hacia Dunsinane y el lamento del asesino porque "la vida es una sombra que camina" o "un cuento contado por un idiota". No nos apiadaremos de su infortunio.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las mil caras de Shakespeare

La metáfora que describe la versatilidad de un actor del cine mudo, Lon Chaney, "el hombre de las mil caras", le viene ni pintada al arte de Shakespeare. Los primeros defensores de su teatro (Johnson, Schlegel, Hazlitt) hablan a este respecto de "caracteres", destacando que en las obras de Shakespeare encontramos perfectamente presentadas no sólo las más diversas caras o modos de ser humanos, sino el surgir de las pasiones y las modificaciones del temple a causa de las circunstancias.
Shakespeare es un tesoro para los psicólogos, o debería serlo, porque para mostrar la ingratitud y la locura basta con dar a leer El Rey Lear, para el tormento y la duda, Hamlet, para los celos nada mejor que Otelo, la crueldad nunca ha sido más descarnada que en Macbeth, la traición y la hipocresía es moneda corriente en las tragedias de corte, y el primer amor tiene dos nombres, Romeo y Julieta.
Leer a Shakespeare es además una experiencia estética sin igual, por su lenguaje, sus mil ocurrencias ingeniosas y aforísticas, por el ritmo de sus obras. No tiene parangón porque es la referencia con la que medimos a los demás.
Como lectura recomendada, se puede empezar ya en 4º de ESO, quizás con Romeo y Julieta, o con alguna de las divertidas comedias (Mucho ruido por nada, El sueño de una noche de verano...), en ocasiones bien llevadas al cine; en 1º de Bachillerato puede leerse cualquiera de las grandes tragedias, si es posible, en las magníficas traducciones de Ángel Luis Pujante.
Como complemento, nadie debería dejar de ver la película Shakespeare in Love (1998), estupenda recreación de la época (los teatros isabelinos, por ejemplo), el contexto del autor (muy graciosas las apariciones de Christopher Marlowe y el joven John Webster) o los actores. Se fantasea además sobre un imaginario origen de la obra Romeo y Julieta. Es encantadora, pero debe aclararse que de la vida del verdadero Shakespeare no sabemos casi nada y seguramente no sería tan aventurera ni emocionante como se muestra aquí.

Relatos en la red


Ya sea porque los han digitalizado instituciones culturales, editores o particulares en sus blogs y webs, hay una gran cantidad de cuentos y relatos disponibles para leer en la red.

Los que se enlazan a continuación son clásicos de dominio público.

La editorial Punto de Lectura cuelga en su web la novela de Cervantes "El amante liberal":
CERVANTES

Las Leyendas de Bécquer en una edición pdf muy clarita:
BÉCQUER

Los cuentos del Maestro, Edgar Allan Poe:
POE


Cuentos de Juan Valera en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Incluye "El caballero del Azor", "El doble sacrificio", "Los cordobeses en Creta" y otros:
VALERA

Cuentos de Leopoldo Alas "Clarín": "Pipá", "Mi entierro", "Avecilla" y otros:
CLARÍN

Y aquí el estupendo "¡Adiós, Cordera!", también de Clarín:
"¡Adiós, Cordera!"

Uno de los mejores relatos de miedo en español, "La mujer alta", de Pedro Antonio de Alarcón (en la misma web hay más relatos disponibles de este autor):
ALARCÓN


Un cuento que advierte contra los experimentos con animales y logra un gran impacto emocional, "Yzur", de Leopoldo Lugones:
LUGONES


Este mismo cuento, junto con otros clásicos del género fantástico (Don Juan Manuel, Rubén Darío, Horacio Quiroga, etc), se puede leer en una antología con letra más clarita:
Antología de cuentos fantásticos

El emotivo "Flores para Algernon" de Daniel Keyes, otro magnífico cuento de ciencia ficción:
"Flores para Algernon"

Y para acabar, cinco obras maestras del relato largo o la novela corta, para leer y releer:






miércoles, 12 de septiembre de 2012

Clásicos más o menos juveniles


   De las varias definiciones que Italo Calvino daba de "clásico", a los juveniles les conviene especialmente ésta:

   Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados e inéditos resultan al leerlos de verdad.


   Entre los clásicos, los de aventuras han contado siempre, desde su aparición, con la admiración de todos los lectores, aunque sea en la juventud cuando más se los disfruta. Vicenç Pagès justifica la necesidad de reivindicar estos libros por ser las obras más indicadas para la iniciación a la lectura, tal y como han venido siéndolo durante decenios. No parece esto muy correcto en una época como la nuestra, con tantos autores especializados en novelillas de trama "rabiosamente" actual y formativas "en valores"; pero la polémica lleva tiempo servida (entre otros por Harold Bloom), y se podría condensar en esta alternativa: ¿Sierra i Fabra o Robinson Crusoe?
   En la web de Pagès encontramos entre otros materiales una justificación de su libro, y en este blog aparece la lista de las 28 novelas a las que propone "volver", ordenadas en una secuencia aproximada por edades de conveniencia, que va de los 11-12 años hasta los 16-17, van por tanto de menos a más complicación:


Rudyard Kipling: El libro de la selva
E.T.A. Hoffmann: Cascanueces y el rey de los ratones
Frances Hodgson Burnett: El jardín secreto
Jack London: La llamada de la selva
Mark Twain: Las aventuras de Tom Sawyer
Lucy Maud Montgomery: Ana de las Tejas Verdes
Alexandr Pushkin: La hija del capitán
Margaret Oliphant: La puerta abierta
H. G. Wells: La máquina del tiempo
Nikolai Gogol: Taras Bulba
Henry R. Haggard: Las minas del rey Salomón
Arthur Conan Doyle: El sabueso de los Baskerville
Zane Grey: La herencia del desierto
R.L. Stevenson: La isla del tesoro
Anthony Hope: El prisionero de Zenda
J. M. Barrie: Peter Pan
Jules Verne: La vuelta al mundo en 80 días
Howard Pyle: Historia del rey Arturo y sus caballeros
Jules Verne: Viaje al centro de la tierra
Charlotte Brontë: Jane Eyre
Stephen Crane: La roja insignia del valor
Mark Twain: Las aventuras de Huckleberry Finn
Bram Stoker: Drácula
Jane Austen: La abadía de Northanger
Alexandre Dumas: Los tres mosqueteros
Ivan S. Turguenev: Primer amor
Daniel Defoe: Robinson Crusoe
Herman Melville: Moby Dick 


   Pues bien, prácticamente todos se pueden leer libremente en la red, puesto que los derechos de autor se han extinguido hace años. En la siguiente lista están algunos de ellos junto con otros que podrían igualmente incluirse en la categoría. Se los califica de "juveniles" porque pueden entenderse perfectamente entre los 12 y 16 años; pero en realidad son lecturas estupendas para cualquier edad.









En las lecturas por slideshare hay que presionar en el icono "Full" para ver el libro a pantalla completa. Estos libros suelen estar disponibles en todas las bibliotecas, tanto escolares como municipales, pero se deben buscar siempre las EDICIONES COMPLETAS, sin resumir ni adaptar.


Referencias:
Vicenç Pagès Jordá: De Robinson Crusoe a Peter Pan. Un canon de literatura juvenil. Barcelona: Ariel, 2009.
Harold Bloom: Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades. Barcelona: Anagrama, 2003.
Fernando Savater: La infancia recuperada. Madrid: Taurus, 1976. Nueva ed. corr. y aumentada en 1994.


"... el mar, las peripecias de caza, las respuestas de astucia o energía que suscita el peligro, el arrojo físico, la lealtad a los amigos o al compromiso adquirido, la protección del débil, la curiosidad dispuesta a jugarse la vida para hallar satisfacción, el gusto por lo maravilloso y la fascinación de lo terrible, la hermandad con los animales..." ( F. Savater )

domingo, 17 de junio de 2012

Alicia en el país de las maravillas

Lewis Carroll es el seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson (1832–1898), sacerdote anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y autor de uno de los libros más fascinantes de la historia de la literatura: Alice's Adventures in Wonderland (1865). Puede que los niños sigan leyendo esta obra como la maravillosa aventura fantástica que es; pero caben otras lecturas, a distintas edades, como muestran por ejemplo las variadas ediciones del libro (el matemático Martin Gardner es autor de una edición anotada) y de adaptaciones cinematográficas (muy reciente, la de Tim Burton). A los estudiosos de Lógica o de Filosofía del Lenguaje les fascina este libro, que al fin y al cabo es obra de un especialista en Lógica y Matemática, con ensayos que sorprendieron a la reina Victoria desagradablemente cuando tras leer Alicia pidió todo lo que había escrito el autor y le hicieron llegar sus obras especilizadas. Supongamos por tanto dos niveles de lectura: uno primero para disfrutar como siempre de las aventuras de Alicia en el ilógico mundo "de las maravillas", un segundo para aclarar los chistes, como sugiere Gardner, porque ningún chiste es divertido si no lo entendemos. Y Alicia está lleno de juegos de palabras. La aclaración que hemos de proporcionar es puramente lingüística y consiste casi siempre en desvelar el uso polisémico de las palabras o el abuso del sentido literal de éstas. Un ejemplo muy breve, al final del libro.

"Leed, pues, ese verso", concedió el Rey.
El Conejo Blanco se caló las gafas: "¿Por dónde place a Vuestra Majestad que empiece?", preguntó.
"Comenzad por el principio", indicó gravemente el Rey, " y continuad hasta llegar al fin; entonces, parad " .

Vemos aquí que una simple pregunta acerca de dónde empezar la lectura se contesta con una retórica y estúpida lección del procedimiento general de la lectura. ¿Puro sinsentido? Sí, pero también crítica al pomposo ejercicio del poder, que a menudo no sabe ofrecer más que una serie de jactanciosas tautologías.

Lectura recomendada en Primero de Bachillerato como complemento de las clases de Lógica, se ha de usar la traducción de Jaime de Ojeda, con muy buenas notas aclaratorias y con las ilustraciones de John Tenniel. El trabajo consiste en un breve resumen del argumento en el que se enmarca la transcripción y explicación de los juegos de palabras más significativos que aparecen en el texto, se puede añadir una valoración final del libro, pero el grueso del trabajo es de carácter lógico-lingüístico.

Lewis Carroll: Alicia en el país de las maravillas. Madrid: Alianza Ed., 1970

viernes, 2 de diciembre de 2011

Las novelas de Jane Austen

 
Jane Austen (1775-1817) es una de las mejores novelistas del siglo XIX, por lo demás bien surtido de maestros de la novela. Sin grandes innovaciones formales, con un estilo cristalino y un manejo intuitivamente fílmico de la acción, la narrativa de Austen es hoy pasto de adaptaciones cinematográficas y un éxito de ventas internacional, con alrededor de 10.000 ejemplares vendidos cada año en el mercado español de cada uno de sus libros de bolsillo. El secreto de su éxito es la gran calidad de la escritura unida a unas tramas imperecederas, las derivadas del conflicto amoroso. No son novelas "para chicas", sino auténticos tratados de las relaciones humanas, con personajes de personalidades muy distintas y situaciones que, aun girando siempre alrededor del emparejamiento y el matrimonio, derivan hacia los conflictos éticos y la reflexión sobre el crecimiento personal y la vida honesta. Por todo ello es una autora ideal para iniciarse en la lectura de los grandes clásicos, perfecta para el nivel de 1º de Bachillerato. Cualquiera de sus seis novelas puede leerse a fin de realizar trabajos y mejorar la nota en la asignatura de Filosofía:

Publicada póstumamente en 1818, La Abadía de Northanger es la primera novela larga escrita por la autora. Como detalle extraordinario en su producción, incluye interesantes discusiones sobre el arte de la novela y una parodia de los cuentos góticos al estilo de Ann Radcliffe.


Unas veces traducida como Sensatez y sentimiento, otras como Juicio y semntimiento, pero más conocida como Sentido y sensibilidad (1811), la primera novela publicada de la autora es también la más popular y en la que se plantean las líneas constantes de su producción: la necesidad de las jóvenes de encontrar pareja en matrimonio y evitar así la penuria de una vida sin recursos. Hay que tener en cuenta que a las mujeres de esta época se les vetaba el derecho a la herencia, que recaía siempre en los hombres, lo que ocasionaba situaciones de dependencia como las que se reflejan en esta novela.

Orgullo y prejuicio (1813) es para muchos la cumbre del arte de Jane Austen, una novela perfecta, medida hasta el detalle, que se erige hoy en día como el paradigma de la novela romántica de calidad.

Mansfield Park (1814) ha sido evaluada tradicionalmente como la mejor de sus novelas, y es la más extensa. Fanny Price, el personaje principal, es el carácter más virtuoso urdido por Austen, sin los matices pícaros y atrevidos que encontramos en otras heroínas suyas. Al mismo tiempo, encarna un ideal de honestidad e integridad moral.

Emma (1815) es la novela más cómica de Jane Austen, gracias a las  situaciones que genera la joven del título, algo aburrida y muy mimada, que se entretiene urdiendo intrigas entre sus conocidos.

Persuasión (1818) es la última novela completa escrita por la autora y fue publicada póstumamente, ya que Jane Austen murió relativamente joven, a los 41 años de edad. Localizada en Bath, centro del turismo  de la época orientado a la salud, narra la melancólica situación de una joven que ha ido madurando soltera después de verse obligada a rechazar a un pretendiente sin dinero del que estaba enamorada. Como siempre en Austen, el final feliz está garantizado.

Los trabajos por escrito deben constar de una presentación de la autora (vida, obra y época), un resumen detallado por capítulos, una análisis de los personajes principales desde el punto de vista psicológico y moral, y un comentario final. Se puede acompañar con una crítica de alguna versión cinematográfica de la novela elegida, las hay de todas ellas. Todo esto en no menos de 10 folios escritos a mano y sin límite máximo.

lunes, 24 de octubre de 2011

Lecturas recomendadas para Ética en 4º de ESO

   Por tener un contenido que además de interesante plantea problemas éticos, es decir, porque incluyen en su argumento problemas relativos a la convivencia o el autoconocimiento, las siguientes novelas suelen recomendarse como lecturas apropiadas en Ética y hasta en 1º de Bachillerato, y son por tanto buenas elecciones para elaborar trabajos, pensar un poco y pasarlo bien con lecturas que no son difíciles de seguir a pesar de su gran calidad:


Mary Shelley: Frankenstein (1818)


   En el verano de 1816, Lord Byron y su médico John William Polidori alquilaron Villa Diodati, cerca del lago Leman en Ginebra. En una villa cercana se instalarían también el poeta Percy Shelley y su amante Mary Wollstonecraft, posteriormente su esposa, Mary Shelley. En una de sus frecuentes reuniones ese verano, Lord Byron propuso que escribieran un cuento de fantasmas. La que más tardó en aceptar el reto fue Mary, pero también la que consiguió el mayor logro, pues dos años más tarde publicó Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), que muchos consideran la primera y una de las mejores novelas de ciencia ficción moderna. La trama es muy conocida a través del cine; pero la novela es más rica en acontecimientos y sobre todo mucho más reflexiva que sus adaptaciones a la gran pantalla. Como muestra de su reflexión ética, basta esta cita de las quejas de la criatura: "Los sufrimientos me han convertido en un malvado. Concededme la felicidad y seré virtuoso".


George Orwell: Rebelión en la granja (1945)


   Escrita en una época en que empezaba a caer en Occidente la venda acerca de la revolución soviética, esta corta novela, cuyos personajes son los animales de una granja, es una de las más contundentes críticas al totalitarismo político y a las desviaciones del idealismo revolucionario. Esta novela satírica ha sido llevada al cine de animación; pero no es un texto para niños, sino para iniciarse en la lectura de contenidos profundos.


Primo Levi: Si esto es un hombre (1947)


   Este es posiblemente uno de los testimonio más precisos que hay sobre los campos de concentración nazis, en concreto sobre Auschwitz, donde fue internado el autor y al que logró sobrevivir milagrosamente. Es el primer tomo de su autobiografía, y el más conocido, no es una lectura fácil por la crudeza de los temas que trata, pero al ser un testimonio autobiográfico de un interno en los campos, escrito con exactitud casi científica, resulta estremecedor.


J. D. Salinger: El guardián entre el centeno (1951)


   El adolescente Holden Caulfield vio la luz en 1951, y es ya tan famoso como su esquivo autor, Jerome David Salinger (1919-2010), paradójicamente tan celoso de su intimidad que hasta prohibió que se editaran sus libros con datos suyos en la contraportada. Esta novela es un clásico vivo y actual, sigue vendiéndose aún hoy en todo el mundo, y el muchacho que nos narra su aventura en Nueva York es todo un personaje.


William Golding: El Señor de las Moscas (1954)
 

   Aunque el conjunto de su obra fue premiado con el Nobel en 1983, su más conocida y mejor novela data de 1954. La historia de un grupo de niños que sobrevive a un accidente aéreo y deben organizarse por sí solos en una isla deshabitada es, todavía hoy, una de las miradas más desencantadas que se han echado sobre la infancia y la juventud. Su enseñanza moral trasciende el terreno individual y se adentra también en las cuestiones políticas. A pesar de todo, no es nada aburrida.


Jean M. Auel: El Clan del Oso Cavernario: Los Hijos de la Tierra (1980)



   Primera parte de las seis que componen la famosa saga ambientada en la Prehistoria (Edad de Hielo) , en que se siguen las aventuras de un grupo de neanderthales que acogen a una niña cromagnon. Aun con errores de tipo histórico, el esfuerzo de ambientación y la verosimilitud de la ficción es notable y sirve como introducción a nuestro pasado filogenético.

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CÓMO SE HACEN LOS TRABAJOS

   Los trabajos se deben presentar escritos a mano, en no menos de ocho folios, con una introducción dedicada al autor o autora, un resumen por capítulos y un comentario final con una opinión razonada que incluya referencias a los problemas éticos o filosóficos que plantea el libro.
    El procedimiento aconsejado es el siguiente: empezar a leer el libro anotando en una hoja aparte la lista de personajes principales (nombre, relaciones entre sí y características físicas y de personalidad), actualizando la lista cada vez que aparezca un personaje importante. Se irá leyendo por capítulos la obra, y cada vez que se acabe uno de ellos, se redactará de memoria un resumen de lo ocurrido. Se debe recurrir a la lista de personajes para hablar de manera concreta de los sucesos. No es preciso recurrir a páginas de internet salvo para buscar información del autor, todo lo demás debe de ser trabajo personal.
    El incumplimiento de estas normas y en especial el plagio de internet conllevará  penalizaciones en la calificación.