El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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viernes, 11 de julio de 2014

El hechizo de la Filosofía

Como dijo una vez el poeta Jean Paul, los libros son voluminosas cartas para los amigos. Con esta frase estaba llamando por su nombre, tersa y quintaesencialmente, a lo que constituye la esencia y función del humanismo: humanismo es telecomunicación fundadora de amistades que se realiza en el medio del lenguaje escrito. Eso que desde la época de Cicerón venimos denominando humanitas es, tanto en su sentido más estricto como en el más amplio, una de las consecuencias de la alfabetización. Desde que existe como género literario, la filosofía recluta a sus adeptos escribiendo de manera contagiosa acerca del amor y la amistad. No es sólo un discurso sobre el amor por la sabiduría: también quiere mover a otros a ese amor. El hecho de que la filosofía escrita haya podido siquiera mantenerse como un virus contagioso desde sus comienzos hace más de 2.500 años hasta hoy, se lo debe al éxito de esa facilidad suya para hacer amigos a través del texto. Así ha logrado que se la siga escribiendo de generación en generación como una de esas cartas en cadena y, a pesar de todos los errores de copia, o quizás precisamente por ellos, ha ido atrapando a copistas e intérpretes en su fascinante hechizo creador de amigos.

Peter Sloterdijk: Normas para el parque humano. Madrid: Siruela, 2003, pp. 19-20. Trad.: Teresa Rocha Barco.

Peter Sloterdijk (1947)

sábado, 11 de agosto de 2012

Estética del fragmento

   
   En un discurso de homenaje al crítico alemán Alfred Kerr, con motivo de su sesenta cumpleaños, Musil describe el rasgo principal de los escritos de éste y adelanta la esencia de los suyos propios, pero al mismo tiempo anuncia la vía de la Brevedad que más tarde Italo Calvino y miles de autores de blogs y webs hacen suya en la actualidad.
   Alfred Kerr solía elaborar sus críticas de teatro en bloques de texto con una cifra romana encima. Para Musil es una forma de aplicar el taylorismo a la literatura: cortos periodos aprovechados eficazmente y pausas para descansar. En el fondo subyace la idea de que "se puede decir más en cuatro capítulos, libros, estrofas, observaciones o actos que en un todo ininterrumpido de igual magnitud". Podríamos decir a riesgo de parecer ilógicos que aquí la suma de las partes es mayor que el todo. Es la convicción que subyace en los autores de fragmentos, aforismos y ensayos breves, esos que hacen suya "una forma aforística de escritura" y acaban proponiendo "un todo compuesto de fragmentos".
   Esta "forma fragmentaria y aforística" la hemos encontrado en el mentor filosófico de Musil, Nietzsche; pero él mismo, y a pesar de sus esfuerzos, tendrá que aceptar que su novela está no condenada sino destinada al estado fragmentario. Cientos de capítulos, de esbozos, varios borradores de cada capítulo, opciones contradictorias, páginas guardadas durante lustros, y una trama cada vez menos resoluble salvo por dejación. Eso sí, tal vez por ello se trata de una novela palpitante, donde el artificio racional logra esculpir algunas de las vidas más reales y visibles que nos ha dado el siglo XX.


Referencias:
Robert Musil: "A Kerr, en su sesenta cumpleaños [22 de Diciembre de 1927]", en Ensayos y conferencias. Madrid: Visor / La Balsa de la Medusa, 1992, págs. 200-201.
Günther Blöcker: "Robert Musil". en Líneas y perfiles de la literatura moderna. Madrid: Guadarrama, 1969, págs. 308-317.

martes, 19 de junio de 2012

Los borradores de Lichtenberg

Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) puede considerarse el principal autor de apuntes filosóficos del XVIII. Su importancia no ha dejado de crecer con el tiempo, pero no tanto por sus obras de filosofía natural editadas en vida y que ya merecieron el respeto de Goethe o Kant, sino por el extraño grupo de cuadernos que dejó inéditos a su muerte, en los que anotaba todo tipo de reflexiones, notas de lectura y ocurrencias. Sudelbuch los llamaba, "libros de borradores", y la justificación de este nombre encierra toda una declaración de principios:
 Los comerciantes tienen su waste book (Sudelbuch, Klitterbuch [libro borrador, libro de asiento], creo, en alemán), en el cual van anotando día a día todo lo que venden y compran, todo entreverado y sin orden; de aquí lo pasan luego al ‘diario’, donde aparece ya en forma más sistemática, y finalmente al Leidger at double entrance [libro de contabilidad], según la usanza italiana de la teneduría de libros. En éste se llevan las cuentas de cada persona, que aparece primero como deudor y luego, enfrente, como acreedor. Esto merece ser imitado por los estudiosos. En primer lugar, un libro donde yo vaya anotando todo tal como lo veo o como me lo transmiten mis pensamientos; luego aquello podría ser transcrito a otro donde los temas están más separados y ordenados, y el leidger podría contener por último, expresadas en el debido orden, las referencias y explicaciones que de ellos se deriven. [ pp. 163-164 (E 46) ]
 Para Lichtenberg, estos borradores son fragmentos, simples apuntes; de hecho escribe en ellos sin cortapisas, no se ve obligado a condensar como cuando ha visto claro lo que trata de expresar. Son cuadernos de tanteo, de ensayo de ideas, donde se permite redactar incluso con relativa extensión, como paso previo al descubrimiento de lo que más tarde se debe ofrecer resumido y liberado de lo innecesario [ p. 170 (E 150) ]. No ha de buscarse orden en sus “libritos”, advierte, y es que “el orden es hijo de la reflexión" [ p. 177 (E 249) ],  indicando de este modo que los borradores se sitúan en un lugar más acá del ordenamiento racional (aunque sean la fuente de éste). Este lugar de la espontaneidad y el desorden es la sede de la intimidad, donde ideas y carácter no están separados o, como dice el propio Lichtenberg con ecos de Montaigne, es la historia de su espíritu y su cuerpo [ p. 231 (F 811) ]. No se le escapaba el paralelismo entre sus reflexiones en forma de borrador y el estado deforme de su cuerpo; lo que no pudo llegar a intuir es que esa obra provisional, tan admirada después por Nietzsche y Canetti, marcaría el rumbo de las brevedades filosóficas.


 Georg Christoph Lichtenberg: Aforismos. Barcelona: Edhasa, 2ª ed., 2002

jueves, 5 de abril de 2012

Erizos

    Heráclito de Éfeso era llamado el Oscuro por sus contemporáneos. La dificultad de entender sus fragmentos o, más bien, sentencias de sabiduría última al modo oriental, ha despertado tanta admiración y éxtasis interpretativo como tajantes rechazos. Platón se suma a estos últimos cuando asegura que enfrentarse a un seguidor del de Éfeso implica correr paradójicos riesgos, porque “si le haces una pregunta a uno, te dispara un aforismo enigmático, como si fuera una flecha que hubiera extraído de su carcaj, y si quieres que te dé una explicación de lo que ha dicho, te alcanzará con una nueva expresión en la que habrá invertido totalmente el sentido de las palabras” (Teeteto, 180a). Desde luego, Platón no es amigo de sentencias ni de aforismos, su ridiculización de esta forma de pensamiento lo lleva a comentar con gran ingenio lingüístico que los maestros antiguos  se expresaban con “brevilocuencia lacónica” (Protágoras, 343c). En efecto, tanto los Sabios de la antigüedad como Heráclito el Enigmático, se expresan con tal laconismo, con tal brevilocuencia oracular que podrían antojársenos bien el colmo de la sabiduría bien simples propaladores de irritante ambigüedad. Los mejores estudiosos de este tipo de filosofía, como dice Guthrie, constatan que no hay dos intérpretes que estén de acuerdo. La vía heracliteana explotará en los apotegmas y máximas morales, las sentencias y aforismos contundentes al estilo de La Rochefoucauld, y también los fragmentos románticos del Athenäum: “Parecido a una pequeña obra de arte –dice Schlegel–, un fragmento debe estar completamente aislado del mundo circundante, acabado como un erizo”.
   Hay otro camino de la brevedad que aparece indicado por Aulo Gelio en el prólogo de las Noches Áticas (por desgracia o por fortuna no se conserva el comienzo, así que este prólogo es ya un fragmento), cuando observa que su obra se ha ido formando mediante la acumulación fortuita de noticias y datos que podrían servir de apoyo a sus escritos. Se trata de mezclar por el simple placer y de manera desordenada citas de las obras que va leyendo, como apoyo para la memoria. Finalmente esas anotaciones pasan al cuerpo de sus escritos, dando lugar a un género de mezcolanzas, miscelánea o como quiera llamárselo, que él colecciona bajo el nombre del lugar en que fueron redactadas. La diferencia con la obra de simple acopio de datos, lo que hoy diríamos obra de erudición, es que Aulo Gelio selecciona y orienta ese mar de noticias en compendios sencillos y honestos, es decir, pretende aportar al lector un cierto conocimiento de temas variados. 

   Este estilo de mezcolanza y ese afán didáctico encontramos igualmente en Pedro Mexía o Antonio de Torquemada; pero Michel de Montaigne lo lleva a la cumbre en sus ensayos, que a partir de entonces parecen exigir una intromisión personal del autor, por ejemplo con el uso prácticamente obligado de la primera persona. En Montaigne no hay afán erudito, sino de autoconocimiento a través del diálogo con los autores del pasado. El ensayo continúa a partir de aquí una historia propia, fecunda y especialmente rica en la lengua inglesa. Pero si añadimos la brevedad a este estilo de miscelánea y acumulación llegamos a las anotaciones de Lichtenberg, mal llamadas aforismos, ya que el aforismo casi siempre viene cargado de brevilocuencia gnómica. Además, Lichtenberg llama a sus anotaciones “borradores”. Los cuadernos son obras de experimentación, de ensayo de ideas, donde se permite redacciones de cierta extensión en ocasiones, como paso previo o tanteo de lo que más tarde se debe ofrecer resumido y liberado de lo innecesario. No introduce ningún orden, advierte, porque el orden es hijo de la reflexión, y sus cuadernos han sido escritor a vuela pluma.
  
   Aunque en ocasiones Lichtenberg anota posibles tramas fantásticas, es Nicolas Chamfort quien junto a la variada brevedad, a la modestia y el carácter personal de sus escritos añade un rasgo nuevo: la narración. Relatos pequeños hubo desde antiguo, pero normalmente con tendencia moralista; en las “bagatelas” de Chamfort, según Albert Camus, encontraríamos un “novela desorganizada”. Por tanto, si el cuentista se expresaba anteriormente con tintes morales (lo que casi siempre estropeaba su obra), ahora es el moralista quien se expresa con pulso narrativo, lo que resulta distinto y novedoso, como si fuera un fabulista sin didactismo.
  
   Un Esopo sin moralejas o amoral es precisamente Ambrose Bierce en su Fabulario Fantástico, y fantástico también amén de anecdótico parece Charles Nodier y su colección Infernaliana, mientras Turgueniev escribe al final de su vida piezas varias (sueños, minicuentos y escenas) que se compilarán en un volumen de retales. Estas  minucias ya están aliadas con el relato, pero se las llama todavía “poemas en prosa”, siguiendo la pauta del maestro Baudelaire y de Aloysius Bertrand, que iniciaron la senda continuada después por Kafka, quien vuelve a fundar definitivamente el género que hoy llamamos minicuento o microrrelato con los rasgos que accidental y explícitamente poseen sus anotaciones de cuaderno: fragmentarismo y unidad erizoidea, ambigüedad, concisión lacónica, autoexploración, tendencia a la tesis y ocasional golpe de efecto, sentido lúdico, densidad lingüística... Se trata de brevedades, es cierto, pero con la singularidad de crecer a medida que se las poda.

domingo, 18 de marzo de 2012

Blogs y autobiografía

   Desde el arranque de su ensayo sobre Montaigne, la profesora Sarah Bakewell relaciona el estallido de los blogs, twits, tubes, spaces, faces, webs y pods con la autobiografía contemporánea. Sin miramientos asimila esta tendencia con estar "lleno de sí mismo". Bakewell se imagina una habitación repleta de "individuos fascinados por sus propias personalidades y gritando en busca de atención (...). Los blogueros y networkers ahondan en su propia experiencia privada, y al mismo tiempo se comunican con sus semejantes humanos en un festival del 'yo' compartido".
   Es graciosa esta manera de verlo, pero exagerada si pensamos en la cantidad de blogs existentes y el seguimiento que tienen, equiparable al muy variable de las idas y venidas de los distintos miembros de la familia en un hogar. Más adelante, la estudiosa de Montaigne deriva a un terreno más estimulante: "Esta idea, escribir sobre sí mismo, para crear un espejo en el que otras personas puedan reconocer su propia humanidad, no ha existido siempre. Se tuvo que inventar." Ese inventor fue, salvadas las distancias, Michel Eyquem de Montaigne. Así entendidas, las entradas en un blog son a su manera tan autobiográficas como los ensayos del alcalde de Burdeos, en cuanto excursiones más o menos indirectas a uno mismo. En esta senda de Montaigne cabe casi todo: la obra ajena que nos motiva, la imagen que fascina o los propios intentos/ensayos por aclarar el mundo y el extraño yo que lo vive. El festival de los blogs es un encuentro filosófico, y expresa a su manera el afán de sinergia entre el mundo, el yo y los otros.

Referencia:
Sarah Bakewell: Cómo vivir o Una vida con Montaigne. Barcelona: Ariel, 2011, págs. 13-15.


"No hacemos sino glosarnos los unos a los otros"

"Me estudio a mí mismo más que cualquier otro asunto. Ésta es mi metafísica, ésta es mi física"

"A fin de cuentas, todo este guisado que emborrono aquí no es sino un registro de los ensayos de mi vida"

(Los Ensayos, III, "De la experiencia")

jueves, 20 de octubre de 2011

Intenciones


Este blog está dirigido en primer lugar a los alumnos de Filosofía de Bachillerato y de Ética, alumnos de Instituto, pero también a todos los que sientan curiosidad por la Filosofía en general. Insertaré apuntes, reflexiones, lecturas recomendadas, textos, actividades y cuanto material pueda servir como complemento de las clases o para despertar el interés por esta disciplina. Intentaré ser breve en las entradas y en los contenidos, de ahí el título, Erizos, que es como llamaba un romántico alemán a sus escritos breves o fragmentos. Por mi parte me imagino estos "erizos" como erizos de mar, con su gran variedad de tamaños, colores y texturas; también independientes y separables, aun perteneciendo a una especie común.