El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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miércoles, 13 de julio de 2016

Economía colaborativa

- Buenos días. Llamo porque tengo que sacarme una muela.
- Buenos días. ¿Privado, seguro o colaborativo?
- Prefiero colaborar.
- Muy bien. ¿A qué se dedica usted?
- Soy filósofo. Doy clases de Filosofía.
- Oh, vaya. ¿Y cuál es su especialidad?
- Me doctoré en Idealismo trascendental kantiano; pero desde entonces he ampliado estudios en el campo de la Fenomenología y algo también de Hermenéutica.
- Entiendo... Pues la equivalencia de la extracción sería dos clases de una hora. Pero a Kant ya lo he estudiado un poco, me interesaría seguir por Schelling o Hegel.
- Podemos dedicar una sesión a cada uno de ellos, si es su deseo.
- Eso sería estupendo, ahora bien, tendria que ser en días anteriores a la extracción, como es lógico. ¿Le urge a usted mucho la operación?
- Pues un poco sí, es verdad que no me duele porque el nervio ya fue quemado, sin embargo la muela está partida y me molesta. ¿Qué tal si concentramos las clases justo antes de la intervención?
- Por mí perfecto. Déjeme consultar la agenda… Podemos quedar mañana mismo a las cuatro de la tarde y para las siete estará libre de su molesta muela y yo listo para leer la Fenomenología del Espíritu.
- Genial. Da gusto colaborar con gente como usted.
- Hasta mañana entonces, y un saludo.

Juan R. Asch: Cuentos héticos. Bilbao: Astiberri, 2013, pág. 75. 



viernes, 8 de julio de 2016

Solo de piano

Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
Un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
Ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
No son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
Ya que nosotros mismos no somos más que seres
(Como el dios mismo no es otra cosa que dios);
Ya que no hablamos para ser escuchados
Sino para que los demás hablen
Y el eco es anterior a las voces que lo producen;
Ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
En el jardín que bosteza y que se llena de aire,
Un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
Para poder resucitar después tranquilamente
Cuando se ha usado en exceso de la mujer;
Ya que también existe un cielo en el infierno,
Dejad que yo también haga algunas cosas: 

Yo quiero hacer un ruido con los pies
Y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.

Nicanor Parra (1914)


"Solo de piano", en Poemas y antipoemas (1954). Madrid: Cátedra, 1995, pág. 88

El Sur

  Publicada por primera vez 1985, El Sur es una novela corta que fue escrita varios años antes por Adelaida García Morales (Badajoz, 1946 - Sevilla, 2014). La autora vivió una temporada en las Alpujarras, estudió Filosofía en Madrid y ejerció como profesora de Instituto. También llegó  a trabajar como modelo y acriz. Su obra más conocida es ésta, a la que siguieron El silencio de las sirenas (1985), La lógica del vampiro (1990), Las mujeres de Héctor (1994) y otras novelas y cuentos durante los noventa. Con el cambio de siglo, su actividad literaria prácticamente se detuvo y vivió al margen de la publicidad.
   El Sur es un relato fresco y al mismo tiempo melancólico. Aborda la infancia de una niña  y su posterior adolescencia en una casa aislada, en estrecha relación con su familia y en especial su padre. Ambos, narradora y padre, comparten un cierto fondo oscuro y hasta cruel, algo que se sugiere a través de un uso brillante del punto de vista; pero sobre todo son dos seres apasionados e insatisfechos. Un cierto aire de familia con la obra de Henry James se percibe también en Bene, ambigua novela de fantasmas y posesiones que nos recuerda Otra vuelta de tuerca. De El Sur hizo Víctor Erice una versión cinematográfica que debería verse como complemento de la lectura, ya que no se limita a trasladar la novela a imágenes, tiene entidad propia y está considerada una de las mejores películas del cine español.

May Sinclair invoca a Kant para explicar el Idealismo y encuentra el Aleph


May Sinclair y su gato Jerry
   Mary Amelia St. Clair Sinclair, May Sinclair, nació en 1863 cerca de Liverpool y murió en 1946. Hoy se la recuerda ante todo por sus cuentos fantásticos, pero éstos se hallan muy condicionados por sus intereses artísticos y filosóficos. Podría decirse que May Sinclair representa en el siglo XX un papel parecido al que George Eliot llevó a cabo en el XIX, ambas novelistas y filósofas. Escribió unas veinte novelas, además de ensayos sobre George Meredith,  las hermanas Brontë o los imaginistas de principios de siglo. En su novela más valorada, Mary Oliver (1919), emplea la técnica del "stream of conciousness", término que fija a partir de la psicología de William James. Publicó dos libros en defensa del Idealismo, y llegó a formar parte de la prestigiosa Aristotelian Society a partir de 1917. También estuvo muy interesada en el Psicoanálisis, contribuyendo a la creación de la primera institución de esta corriente en Londres, la Medico-Psiychological Clinic. Ambas fuentes, la Filosofía (en concreto el problema del mal) y el Psicoanálisis (el deseo sexual) se cruzan en sus relatos más conocidos, como "Villa Désirée" (1926) o el que más le gustaba a Borges: "Donde el fuego no se apaga", que el autor de "El Aleph" tradujo junto con el que vamos a comentar abajo en 1934, quince años antes de su famosa fantasía sobre un universo de cuatro dimensiones.
* * *
   Entre los soberbios relatos de Uncanny Stories (1923) se halla uno que por su elevado vuelo filosófico puede pasar un tanto desapercibido. Se titula "El hallazgo del Absoluto", y leído a la luz de las especulaciones borgianas puede resultar tan interesante como los más celebrados de esta autora:
   El Sr. Spaulding es un reflexivo y atormentado filósofo que ha dejado de lado los problemas morales a cambio de erigir un sistema idealista puramente teorético. ¿Cómo podrían la estupidez o el mal formar parte del Absoluto? Ahí están por ejemplo sus insoportables parientes, y sobre todo la traición de su joven esposa, que acaba de fugarse con un poeta imaginista. La infidelidad de su mujer hace que se resquebraje su fe en la metafísica, hasta entonces erigida sobre meditaciones que partían del yo como fuente racional de la realidad; pero ahora tiene que enfrentarse al insalvable problema del mal. Como en un vaso con grietas, el agua de la confianza del Sr. Spaulding empieza a perderse tras la huida de su esposa, y cuando la joven pareja muere, el uno por sus excesos con el alcohol y la otra de neumonía y de pena, el Sr. Spaulding los sigue casi de inmediato... Para reencontrarse con ellos en el mismísimo cielo. 
   El relato se divide en tres partes, y el episodio del cielo es el segundo. El Sr. Spaulding es guiado por su esposa y su amante, que le van explicando en primer lugar qué hacen allí los tres (el amor a la Verdad y a la Belleza los ha salvado) y cómo es la vida, o mejor la conciencia, en ese nuevo estado. Pues bien, la vida en el cielo es la confirmación de las teorías de un Idealismo de tipo kantiano enriquecido con notas de Schopenhauer y Hegel: cada mente o cada ser es un tiempo y un espacio particular, capaz de construir gracias a la Voluntad un Absoluto propio y diferenciado que es al mismo tiempo la única realidad existente (para esa conciencia, es decir, de manera absoluta). En este mundo la Ética no se rige por los mismos patrones que el mundo físico, y la idea de lo que está bien o mal (por ejemplo la malhadada infidelidad) está, digamos, fuera de lugar o se supedita a otras Ideas superiores, como la Belleza. De ahí que el poeta alcohólico y robaesposas esté tan campante en el cielo y adoctrinando al recién llegado. Para explicarle mejor su nuevo estado, acuerdan invocar nada menos que al propio Immanuel Kant, quien se aviene a detener un momento la contemplación del cielo estrellado para razonar con su alumno acerca del Espacio y el Tiempo. En el cielo, estas nociones son relativas al modo de Einstein, y para demostrárselo, Kant invita al Sr. Spaulding a una experiencia final, que constituye la tercera parte del relato. Se trata de llegar a captar el "tiempo tridimensional" (explicado sobre el modelo del espacio tridimensional, que es volumen), y cuando en efecto el Sr. Spaulding logra experimentarlo, vemos asomar a su conciencia todas las caras presentes y futuras del espaciotiempo anunciando el Aleph borgiano, el nirvana budista, los viajes en el tiempo, los agujeros negros o el multiverso, en tres o cuatro deslumbrantes páginas escritas en 1923.





miércoles, 6 de julio de 2016

Cecil Taylor

La señora Vanderbilt, por otro lado, participaba de una famosa anécdota, que citaban casi todos los libros de  psicología escritos en los últimos años. En cierta ocasión había querido  amenizar  una  cena  con  música  de  violín.  Preguntó quién era el mejor violinista del mundo: ¿qué menos podía pagar, ella? Fritz Kreisler, le dijeron. Lo llamó por teléfono. No doy conciertos privados, dijo él: mis honorarios son demasiado  altos.  Eso  no  es  problema,  respondió  la  señora: ¿cuánto? Diez mil dólares. De acuerdo, lo espero esta noche. Pero hay un detalle más, señor Kreisler: usted cenará en la cocina con la servidumbre, y no deberá alternar con mis invitados.  En  ese  caso,  dijo  él,  mis  honorarios  son  otros. Ningún  problema;  ¿cuánto?  Dos  mil  dólares,  respondió  el violinista.

César Aira: "Cecil Taylor" (fragmento), en Juan Forn (ed.): Buenos Aires. Barcelona: Anagrama, 1999, págs. 141-142


lunes, 4 de julio de 2016

Biosofía

   Tal vez no sean los libros más complejos, ni los más influyentes en la Historia de la Filosofía; pero los textos autobiográficos de los filósofos, o con contenido biográfico, pueden llegar a atraernos más que sus obras mayores, tan ricas como intrincadas. Es lo natural, porque esos escritos con relato biográfico conectan con nuestra propia vida, en el plano concreto de la existencia. Disfrutamos más con el Discurso del Método que con las Meditaciones metafísicas, y el filósofo hará bien, como defendió Dilthey, en acostumbrarse a leer biografías y autobiografías (también las "no-filosóficas", como las de Alfieri o Cellini, advierte Dilthey), si es que está interesado (¿y quién no?) en aclararse qué es vivir. Esos textos y esos comentarios de los filósofos, inclinados sobre sus propias vivencias, trasladan la filosofía al campo literario, sin perder por ello rigor y alcance racional: el Platón de la Apología, los Memorabilia de Jenofonte o las cartas de Epicuro no son, desde luego, los textos más complejos de la filosofía griega; pero sí los más atractivos para quien tenga a Diógenes Laercio como historiador de referencia (y ya está permitido tenerlo).
   Si hubiera que hacer una selección de algunas de estas obras "biosóficas" para llevárnoslas a la habitación o para rellenar una pequeña balda en la biblioteca, no optaremos por Ser y Tiempo, aunque sea la existencia (en general) su tema de estudio, sino por el artículo más modesto sobre Hebbel o El camino de campo. Los Ensayos de Montaigne cumplirán como pocos con nuestras expectativas, sobre todo si pensamos en Experiencia. En este camino se juntan y entrelazan Bacon con Hazlitt, Lamb con Emerson o Thoreau; Lichtenberg con Hume y Schopenhauer. Los moralistas franceses fusionan anécdotas y aforismos en un golpe de reflexión basado en la vida cotidiana, y para empezar a leer a Nietzsche, nada mejor que Ecce Homo. En la era postmoderna, Stanley Cavell practica una filosofía de constantes referencias autobiográficas, junto al interés por las vidas de los otros tal y como comparecen en el cine y la literatura. El élan biográfico-filosófico incluye libros de apuntes, diarios filosóficos, ensayos biográficos o carnets, y nos lleva a reivindicar en un mismo y variado arco de lectura a Plutarco y Marco Aurelio, a San Agustín y Pascal, a Vico y Maine de Biran, a Kierkegaard y Valéry, así como una buena parte de la filosofía contemporánea, situada airosamente al margen del sistema ("sistema" a veces en sentido político, y a menudo en el sentido filosófico). Son obras que nacieron a la luz de las velas, y que irradian por ello una luz especial, un campo en el que se cruzan lo interpretado y el que interpreta, donde los filósofos son artistas (Nietzsche), y los escritores filósofos (Musil).