El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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sábado, 31 de agosto de 2013

Teju Cole: Estupidiario norteamericano



AFRICA. Un país pobre pero feliz. Emergente.

ATEÍSMO. Culto desquiciado de fanáticos violentos.

HIJOS. Justificación de la política. Decir siempre "nuestros hijos". Los que no tienen hijos no tienen interés por mejorar la sociedad.

CRISTIANISMO. Paz en la tierra.

HUEVOS. Decir "No puedes hacer tortillas sin romper huevos" cuando sale el tema de la guerra.

EVOLUCIÓN. Sólo una teoría.

FEMINISMO. Algo maravilloso, en teoría.

PESCADO. Un vegetal.

ILÍADA. Aclarar que se prefiere la Odisea.

INTERNET. Una pérdida de tiempo. Tener una larga conversación online con cualquiera que no esté de acuerdo.

ISLAM. Religión de paz.

NIETZSCHE. Decir “Nietzsche dice que Dios ha muerto”, pero si alguien se adelanta decir "Dios dice que Nietzsche ha muerto".

ODISEA. Aclarar que se prefiere la Ilíada.

PROUST. Nadie lo lee en la actualidad. Tú lo relees, preferentemente en las vacaciones de verano.

RACISMO. Término obsoleto. Significado desconocido.

INTELIGENTE. Cualquier ensayo que confirma tus prejuicios.

TELEVISIÓN. Ha mejorado mucho. Mejor que las novelas. Si alguien menciona "The Wire", decir "Los Soprano", o viceversa.

VALORES. “Hemos de hacer lo que sea preciso para preservar nuestros valores". Dijo antes de destruirlos.

VIRGINIDAD. Una obsesión en Irán y en la industria del aceite de oliva. Puede perderse, como una cartera.

ŽIŽEK. Comentar que tiene cualidades, pero...

* * * * *

Inspirándose en la compilación de lugares comunes, tópicos o "ideas recibidas" ("idées reçues") de Flaubert, el escritor nigeriano-americano Teju Cole ha compuesto y publicado, primero en Twitter, y luego en The New Yorker su propio diccionario de ideas que impiden el pensamiento o que evitan tener que pensar, a las que por ello mismo llama In Place of Thought. Esta selección recoge sólo algunos de esos tópicos del no-pensamiento norteamericano, especialmente relacionados con la moral y la filosofía.

@tejucole

viernes, 16 de agosto de 2013

La banalidad del mal

Un joven estudiante de mi Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín se acercó para hablarme de sí mismo, esperando de mí una palabra. Desde siempre, me dijo, él nunca había tenido una relación afectuosa con sus padres. Sólo su abuelo había llegado a convertirse para él en un paradigma afectivo: con él jugó en el campo, él estuvo a su lado en los momentos de incertidumbre de la niñez y la adolescencia, sólo él le contaba una historia antes de dormirse. Unos días antes, su abuelo había muerto y él lo había acompañado -solo- al cementerio. Al volver a casa comenzó a ordenar las cosas y papeles del abuelo. Entre ellos encontró el diario y leyó con horror que su abuelo había sido miembro de las SS, que había participado en el asesinato de niños judíos y, lo que era ciertamente peor, que había muerto con la convicción de haber actuado bien.

Víctor Farías: "Prólogo" a Heidegger y el nazismo. Barcelona: Muchnik, 1989

La película de Costa Gavras plantea una trama parecida

lunes, 12 de agosto de 2013

La respuesta

   Dwar Ev soldó ceremoniosamente la última conexión con oro. Los ojos de una docena de cámaras de televisión le contemplaban y el subéter transmitió al universo una docena de imágenes sobre Io que estaba haciendo.
   Se enderezó e hizo una seña a Dwar Reyn, acercándose después a un interruptor que completaría el contacto cuando lo accionara. El interruptor conectaría, inmediatamente, todo aquel monstruo de máquinas computadoras con todos los planetas habitados del universo -noventa y seis mil millones de planetas- en el supercircuito que los conectaría a todos con una supercalculadora, una máquina cibernética que combinaría todos los conocimientos de todas las galaxias.
    Dwar Reyn habló brevemente a los miles de millones de espectadores y oyentes. Después, tras un momento de silencio, dijo:
   - Ahora, Dwar Ev.
   Dwar Ev accionó el interruptor. Se produjo un impresionante zumbido, la onda de energía procedente de noventa y seis mil millones de planetas. Las luces se encendieron y apagaron a lo largo de los muchos kilómetros de longitud de los paneles.
   Dwar Ev retrocedió un paso y lanzó un profundo suspiro.
   - El honor de formular la primera pregunta te corresponde a ti, Dwar Reyn.
   - Gracias -repuso Dwar Reyn-. Será una pregunta que ninguna máquina cibernética ha podido contestar por sí sola.
   Se volvió de cara a la máquina.
   - ¿Existe Dios?
   La impresionante voz contestó sin vacilar, sin el chasquido de un solo relé.
   - Sí, ahora existe un Dios.
   Un súbito temor se reflejó en la cara de Dwar Ev. Dio un salto para agarrar el interruptor.
   Un rayo procedente del cielo despejado le abatió y produjo un cortocircuito que inutilizó el interruptor.

Fredric Brown:  "La respuesta" (1954) en  El ratón estelar y otros relatos. Barcelona: Bruguera,1978, págs. 143-144.



Fredric Brown (1906-1972)

viernes, 9 de agosto de 2013

Hannah Arendt

 
   Al ver Hannah Arendt, la película de Margarethe von Trotta, uno comprende por qué su valor e importancia crecen en razón proporcional a como decrece (al menos, para quien esto escribe) el de su amante, Martin Heidegger. Es una pena que la competente directora no haya explotado más el filón que sólo apunta en unas breves escenas, sobre todo porque el actor que encarna al filósofo parece su doble. Verlo dando una clase con una jovencísima Arendt embelesada en su asiento de madera es uno de los momentos álgidos de la película. Pero en el aspecto personal, Heidegger se ha revelado en su correspondencia amorosa y en sus actos con una mezcla de inteligencia, mentiras y manipulación. Sin embargo, permanecieron fieles ("e infieles", aclara Hannah Arendt) a su historia durante toda su vida, como si no hubiera otro remedio. Se ha escrito mucho sobre ellos, podrían encarnar eso que conocemos gracias a Stendhal y a Erich Fromm como amor-pasión o amor pasional.
   La película se centra en el episodio de la captura y posterior juicio a Eichmann en Israel, a inicios de los sesenta, y así conoceremos también al tercer marido de Arendt (el verdadero amor de su vida), Heinrich Blücher, a su amiga americana, la novelista Mary McCarthy y al círculo de judíos alemanes exiliados en América. Siguiendo los pasos de Arendt cuando va a Jerusalén a fin de cubrir para The New Yorker el proceso a Eichmann tenemos la oportunidad de ver, perfectamente integrados en el filme, escenas documentales del verdadero juicio. Es lo más impactante de toda la película. El resto del metraje se dedica a explorar la tormenta intelectual que supuso la difusión en sus artículos de unas reflexiones en aquel entonces consideradas reaccionarias, y hoy motivo de debate en toda discusión sobre el nazismo y el holocausto: la primera idea es que el mal no es radical en el ser humano, a diferencia de lo que defendió Kant, sino que ha de relacionarse con la libertad, así, cuando la influencia del ambiente es muy grande, como en el caso de criminales como Eichmann, la justificación de que uno simplemente obedece órdenes sólo puede ser fruto de la debilidad (es decir, "banalidad") del pensamiento, de la incapacidad para actuar libremente y con arreglo a un criterio propio. La segunda idea polémica era que los círculos judíos con capacidad para organizar una oposición al exterminio carecieron de valentía y aunque no se los pueda considerar cómplices de los crímenes sí fueron también responsables en parte de la masacre. El concepto de "banalidad del mal" no se comprendió en su momento, ya que parecía una justificación de los matarifes, una exculpación por supuesta enajenación mental o cumplimiento ciego del deber; pero fue sobre todo la segunda tesis la que despertó el desprecio de los judíos de Israel y de los exiliados, ya que se interpretó como un intento de acusar a las víctimas. 
   Hannah Arendt produjo algunas de las obras más interesantes del siglo XX en el campo de la Filosofía y la Política; pero esta película logra que nos interesemos también por su personalidad.

 

Referencias:
Hannah Arendt: Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen, 1999.
Alois Prinz: La filosofía como profesión o el amor al mundo. La vida de Hannah Arendt. Barcelona: Herder, 2001.
Elzbieta Ettinger: Hannah Arendt y Martin Heidegger: Barcelona: Tusquets, 1996.

martes, 6 de agosto de 2013

Amistad de estrellas

Eramos amigos, y nos hemos vuelto extraños. Pero es bien que así sea, y no queremos callar ni escondernos cual si tuviéramos de qué avergonzarnos. Somos dos navíos, cada uno de los cuales tiene ruta y rumbo diferente; podemos tal vez cruzarnos y celebrar juntos una fiesta como ya lo hicimos. Estaban los navíos tan tranquilos en el mismo puerto, bañados por el mismo sol, que cualquiera creería que habían llegado a su destino y que tenían un destino común. Mas luego la fuerza omnipotente de nuestra misión nos separó, empujándonos por mares distintos, bajo otros rayos de sol, y acaso no volveremos a encontrarnos o quizás sí; pero no nos conoceremos, porque nos habrán transformado otros mares y otros soles. Una ley superior a nosotros quiso que fuésemos extraños el uno al otro, y por eso nos debemos respeto y por eso quedará más santificado todavía el recuerdo de nuestra amistad pasada. Existe probablemente una enorme curva invisible, una ruta estelar, donde nuestros senderos y nuestros destinos están inscritos como cortas etapas: elevémonos por cima de este pensamiento. Pero nuestra vida es demasiado corta y nuestra vista sobrado flaca para que podamos ser más que amigos en el sentido de aquella elevada posibilidad. Por eso queremos creer en nuestra amistad de estrellas, aun en el caso de que fuésemos enemigos en la tierra.
Friedrich Nietzsche: La Gaya Ciencia [1882]. Olañeta: Palma de Mallorca, 1984, págs. 145-146 (§ 279)

 [ Traducción modificada, ya que en el original no se especifica el género de los amigos. Con todo, mantenemos la clásica versión de Pedro González Blanco, por su belleza estilística. En este fragmento, Nietzsche se refiere a su amistad con Richard Wagner, de hecho fue recogido en un esbozo de su obra Nietzsche contra Wagner (1889), aunque no lo mantuvo en la redacción definitiva. ]