El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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sábado, 2 de diciembre de 2017

Predice mi futuro: El Estudio Dunedin

  
   Se conoce como Proyecto o Estudio Dunedin uno de los experimentos más ambiciosos, si no el que más, en la historia de la Psicología. Consiste, puesto que aún se está realizando, en el estudio de por vida de los niños nacidos en el año 1972 en la ciudad neozelandesa de Dunedin, un total de 1037 niños y niñas, que han sido entrevistados y seguidos a lo largo de los últimos 45 años por un amplio equipo de investigadores, liderado en la actualidad por el profesor Richard Poulton. Se ha logrado mantener el contacto con casi la totalidad de los sujetos, a fin de determinar la influencia tanto del ambiente como de la herencia en los rasgos principales de la psicología: la personalidad, la violencia, las enfermedades mentales, etc.
   Las conclusiones del estudio se han contrastado y replicado en otros ambientes, lo que ha podido dar por universales algunas de ellas, por ejemplo con respecto a la violencia y su relación con los trastornos mentales y el temperamento. 
   Otro de los resultados es el refrendo de un experimento anterior. Se confirma que el rasgo más influyente en el desarrollo positivo de los sujetos se puede detectar ya en la tierna infancia, y no es la inteligencia ni algún rasgo físico, sino una actitud personal ante la vida: la capacidad para controlar nuestro comportamiento. En este caso, se siguió el conocido test del malvavisco para incidir en que la resistencia a la frustración y la capacidad para dosficarnos las recompensas es la clave de una vida lograda.
  También es muy interesante la división de la pesonalidad en cinco tipos, como se describe en el primero de los cuatro interesantes documentales realizados acerca de este experimento y que se enlazan a continuación:









viernes, 25 de julio de 2014

Tenía dislexia

   —Mira —continuó ella—. Comprendo que tengas motivos para estar enfadado con él, pero tú no conoces toda su historia. Estamos hablando de un muchacho bueno, amable, compasivo y de buen corazón. Pero es el producto de una familia rota. Su padre era un imbécil, y en el colegio le detectaron dislexia, lo cual le produjo una baja autoestima. Además, creo que podría ser bipolar, o como se llame. TDA. O sea, que lo único que pido es una segunda oportunidad para él, ¿me entiendes? Si tú le dijeras al jurado que mi hijo entró en tu apartamento pero que luego se arrepintió...

    —Mire, señora Twill...

    —Bootsie.

   —Yo estaba inconsciente —dijo Liam—. Su hijo me golpeó y perdí el conocimiento, no sé si me ha oído. No tengo ni la más remota idea de qué pensamientos pudo tener él, porque yo estaba fuera de combate. Ni siquiera sé qué aspecto tiene. Ni siquiera recuerdo oírlo entrar. No recuerdo absolutamente nada.

Anne Tyler: La brújula de Noé, cap.12



miércoles, 29 de enero de 2014

El Caso de los Cerebros en una Cubeta



   He aquí una posibilidad de ciencia-ficción discutida por los filó­sofos: imaginemos que un ser humano (el lector puede imaginar que es él quien sufre el percance) ha sido sometido a una operación por un diabólico científico. El cerebro de tal persona (su cerebro, querido lector) ha sido extraído del cuerpo y colocado en una cubeta de nu­trientes que lo mantienen vivo. Las terminaciones nerviosas han sido conectadas a una computadora supercientífica que provoca en esa per­sona la ilusión de que todo es perfectamente normal. Parece haber gente, objetos, cielo, etc.; pero en realidad todo lo que la persona (us­ted) está experimentando es resultado de impulsos electrónicos que se desplazan desde la computadora hasta las terminaciones nerviosas. La computadora es tan ingeniosa que si la persona intenta alzar su mano, el «feedback» que procede de la computadora le provocará que «vea» y «sienta» que su mano está alzándose. Por otra parte, mediante una simple modificación del programa, el diabólico científico puede provocar que la víctima «experimente» (o alucine) cualquier situación o entorno que él desee. También puede borrar la memoria de funcio­namiento del cerebro, de modo que la víctima crea que siempre ha estado en ese entorno. La víctima puede creer incluso que está senta­do, leyendo estas mismas palabras acerca de la suposición, divertida aunque bastante absurda, de que hay un diabólico científico que ex­trae cerebros de los cuerpos y los coloca en una cubeta de nutrientes que los mantiene vivos. Las terminaciones nerviosas se suponen co­nectadas a una computadora supercientífica que provoca en la perso­na la ilusión de... 
   (...)
   En lugar de imaginar un solo cerebro en una cubeta, podemos ima­ginar que los seres humanos (quizá todos los seres sintientes) son ce­rebros en una cubeta (o sistemas nerviosos en una cubeta, en el caso de algunos seres que sólo poseen un sistema nervioso mínimo, pero que ya cuentan como sintientes). Por supuesto, el diabólico científico tendría que estar fuera —¿o querría estarlo? Quizá no exista ningún diabólico científico, quizá (aunque esto es absurdo) el mundo consis­ta en una maquinaria automática que está al cuidado de una cubeta repleta de cerebros y sistemas nerviosos.
   Supongamos esta vez que la maquinaria automática está progra­mada para ofrecernos a todos una alucinación colectiva, en lugar de unas cuantas alucinaciones separadas y sin relación. De forma que cuando me parece estar hablando con usted, a usted le parece estar oyendo mis palabras. Mis palabras no llegan realmente a sus oídos, por supuesto —porque usted no tiene oídos (reales), ni yo tengo boca o lengua reales. Pero cuando emito mis palabras, lo que ocurre en realidad es que los impulsos aferentes se desplazan desde mi cerebro hasta el ordenador, el cual a su vez provoca que yo «oiga» mi propia voz profiriendo esas palabras y «sienta» el movimiento de mi lengua, y que usted «oiga» mis palabras, y me «vea» hablando, etc. En este caso, nos comunicamos realmente, hasta cierto punto. Yo no estoy equivocado con respecto a su existencia real (sólo lo estoy con respec­to a la existencia de su cuerpo y del «mundo externo», aparte de los cerebros). En cierta medida, tampoco importa que «el mundo ente­ro» sea una alucinación colectiva; después de todo, cuando me dirijo a usted, usted oye realmente mis palabras, si bien el mecanismo no es el que suponemos. (Si fuéramos dos amantes haciendo el amor y no dos personas manteniendo una conversación, la insinuación de que únicamente somos dos cerebros en una cubeta podría ser molesta, des­de luego.)
   Deseo formular ahora una pregunta que parecerá obvia y bastan­te estúpida (al menos a algunos, incluyendo a algunos filósofos su­mamente sofisticados), pero que tal vez nos sumerja con cierta rapi­dez en auténticas profundidades filosóficas. Supongamos que toda esta historia fuera realmente verdadera. Si fuéramos cerebros en una cu­beta, ¿podríamos decir o pensar que lo somos?
   Voy a argumentar en favor de la respuesta «no, no podríamos». En realidad, voy a argüir que la suposición de que realmente somos cerebros en una cubeta, pese a no violar ley física alguna y a ser per­fectamente consistente con todas nuestras experiencias, no puede ser verdadera. Y no puede ser verdadera porque, en cierto modo, se auto­rrefuta.
Hilary Putnam: Razón, verdad e historia [1981]. Madrid: Tecnos, 1988. 
 
Hilary Putnam (1926), por David Levine

sábado, 9 de febrero de 2013

El Perro que deseaba ser un ser humano

   En la casa de un rico mercader de la ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.
   Al cabo de varios años y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna. 

Augusto Monterroso: "El Perro que deseaba ser un ser humano", en La Oveja negra y demás fábulas. Barcelona: Anagrama, 1991, pág. 71.


Desde Aristóteles se ha propuesto que en la personalidad humana hay rasgos primarios ("primera naturaleza") que nos acompañan desde el nacimiento y son difícilmente modificables. se trata del temperamento, al que se sumaría una "segunda naturaleza" más moldeable, llamada carácter. La formación del carácter es posible mediante la práctica y el desarrollo de los hábitos, pero resulta muy poco influenciable por la enseñanaza teórica, mientras que el temperamento es inmune a toda enseñanza y se constituye como el fondo más propio e ineludible del sujeto.

domingo, 3 de febrero de 2013

Paradojas de la personalidad

No hay nada que pueda impresionarme tan desfavorablemente como el que alguien trate de impresionarme favorablemente. Los simpáticos me caen siempre antipáticos; los antipáticos me resultan, ciertamente, incómodos en tanto dura la conversación, pero cuando ésta se acaba se han ganado mi aprecio y simpatía. Ese viajero que dice "Buenas noches", al entrar en el compartimiento del vagón; que apenas alza los ojos, sin interés alguno, a la comparecencia de viajeros nuevos, que no vuelve a despegar los labios hasta llegar a su estación, para decir: "Que tengan ustedes buen viaje", suscita en mí la convicción –probablemente tan arbitraria como injusta– de que en un choque o un descarrilamiento se portaría del modo más heroico y más socorredor, mientras que el dicharachero, que no ha parado en todo el viaje de hablar y de reír, de entablar relación con todo cristo, y no digamos si –¡horror!– hasta contando chistes por añadidura, me impone, en cambio, la más absoluta certidumbre de que no podría dar, en igual trance, sino el más bochornoso espectáculo de histeria y cobardía. La simpatía es un arcaísmo de quienes creen, quieren creer o necesitan fingir que hay todavía un medio, un ámbito de vida pública, en el que los hombres pueden allegarse en algún grado, de manera directa y espontánea, los unos a los otros. La antipatía es resistencia y repugnancia a simular y escenificar -abyectamente- un mundo que no existe.

Rafael Sánchez Ferlosio: Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993). Barcelona: Destinolibro, 2001, págs. 15-16.

Rafael Sánchez Ferlosio

miércoles, 9 de enero de 2013

Queremos tanto a Goleman


Por haber divulgado como nadie antes de él un tema apasionante, por los 7 millones de libros vendidos de su obra principal, por haber dado que pensar y haber iniciado un debate interesantísimo, tenemos que leer a Daniel Goleman. Muchos de los argumentos, de sus estupendos relatos y quizás el hallazgo de una idea afortunada, hacen de su libro de 1995 una obra apasionante; pero la concepción contradictoria (tomada no literal pero sí en espíritu de un autor más riguroso, Howard Gardner) de "inteligencia emocional", y definida además con rasgos de personalidad, perturba lógicamente a los psicólogos profesionales y tradicionales. Como ya advertía Binet, porque no se puede decir de otro modo, la inteligencia es lo que miden los tests de inteligencia, ergo: si se quiere medir otra cosa, llamémoslo de otro modo, pero no "inteligencia". Gardner se enfrentó a la posición tradicional al defender que había inteligencias múltiples, es decir, distintos modos de ser inteligente, y de este modo rechazó el concepto de inteligencia investigado hasta entonces con una base claramente intelectual. Por su parte, Goleman define una inteligencia que no se puede cuantificar, para cuya detección se utilizan pruebas de personalidad, y que nos remite a habilidades sociales, afectivas o de empatía... No habría nada que objetar a ello si no se la llamara "inteligencia", que por definición es una capacidad racional o intelectual, medible con pruebas objetivas. De hecho, es el trabajo de la Psicometría, con una larga y fructífera tradición a sus espaldas. Por cierto, la misma Psicometría advierte que hay una clara correlación estadística entre altas puntuaciones en los tests tradicionales de inteligencia y ciertas habilidades destacadas por Goleman como propias de la inteligencia emocional, por ejemplo el altruísmo, la creatividad, el sentido del humor, la profundidad y amplitud de intereses o las habilidades sociales. En resumen, que las personas diagnosticadas tradicionalmente como personas inteligentes suelen ser también emocionalmente estables. Siempre se puede encontrar casos aislados de lo contrario, que alimenten el tópico elevando a ley general lo captado en uno o varios casos particulares (algo que también ocurre con la absurda idea de que los superdotados suelen fracasar en los estudios, cuando de hecho ocurre lo contrario, que no suelen tener problemas para conducir sus carreras con éxito y por supuesto menos esfuerzo que los demás); pero afirmar temerariamente como hizo Goleman que nos encaminábamos a una sociedad en la que los puestos de relevancia los ocuparían personas inteligentes emocionalmente, que ejercerían como jefes de los inteligentes a secas es, como poco, una especie de consuelo no solicitado y, seguramente, una falsedad indemostrable.

Daniel Goleman (1946)

El mensaje de Goleman llega a los colegios:
“Recientes investigaciones muestran que la inteligencia emocional, junto con los aspectos de las habilidades sociales que le son afines, tiene mayor influencia en el éxito personal que el cociente intelectual o la pura capacidad mental.”
Educación para la Ciudadanía. 3º de ESO. Sevilla: Editorial Guadiel, 2010, pág. 20.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Insight

    La inteligencia no siempre ha de ser consciente para llegar a buenas soluciones. Hay ciertas situaciones cotidianas que demandan una respuesta peculiar, casos en que nuestro cuerpo se interpone y apropia de la solución sin tener que concluir nada (y justo por ello da con la mejor solución posible, la más ajustada a lo que necesitábamos), por ejemplo en situaciones de peligro; por otro lado los músicos aprenden mejor a interpretar un instrumento dejando el pensamiento en un segundo plano.
   Los estudios del psicólogo de la Gestalt Wolfgang Koehler (1887-1967) han demostrado en el chimpancé una capacidad anticipatoria que le permite considerar la rama y las cajas funcionalmente, como elementos de la solución al problema planteado por unos plátanos inalcanzables por estar colgados en alto. Ese momento del “¡ajá!” (Aha Erlebnis) en que el chimpancé relaciona en un solo golpe de vista las cajas, palos y plátanos y que anticipa la acción final denota una inteligencia práctica y concreta que se conoce como insight, “comprensión súbita” o “perspicacia”, y se sitúa en un lugar privilegiado en la cadena de errores, pausas, percepción, descubrimiento y acción que termina dando solución al problema planteado. El insight tiene una base práctica, corporal y perceptiva.
   Esta inteligencia concreta o habilidad práctica que encontramos en los chimpacés se diría que queda muy por debajo de la claridad intelectual de que hace gala, por ejemplo, la deducción matemática. Sin embargo, marcando las diferencias se olvida el parentesco, ya que los geómetras examinan las figuras y los problemas sirviéndose también de ensayos previos
a la enunciación de sus leyes. Incluso para los problemas concretos, como hallar el área de una figura, no basta con la definición, sino que ésta ha de ser indagada mediante construcción, de modo que las ideas han tenido que formarse a partir de las operaciones con las formas en la imaginación o en el papel, lo que de algún modo perdurará en y tal vez sostenga los trabajos posteriores.
   Max Wertheimer (1880-1943) propone multitud de ejemplos encaminados a demostrar su concepción estructural-gestaltista de la inteligencia, por ejemplo en su obra El pensamiento productivo (1945), donde muestra que en la inteligencia productiva suele haber un trabajo de interpretación de la totalidad de los elementos dados, a fin de dar solución a un problema desde un ángulo inédito. Esta reordenación de la estructura en que se insertan los elementos del problema se basa en la percepción y es la base de la comprensión inventiva, del insight. Cuando el pequeño Gauss, a los seis años, resuelve en un instante el ejercicio planteado por el profesor que pregunta cuánto suman los primeros diez números naturales, lo hace reconfigurando de hecho las posibilidades combinatorias de la secuencia hasta llegar a un teorema general, el que enuncia que en toda secuencia n de números naturales, su suma es igual a (n+1) n/2. El fruto del razonamiento, que ha sido repentino, no debe ocultar qué es lo que ha sucedido desde que se plantea el problema hasta que Gauss ofrece una solución. Primero, explica Wertheimer, tuvo que ver de otro modo la secuencia de números del 1 al 10, reordenándola por parejas que
Max Wertheimer
daban la misma suma, 1+10, 2+9, 3+8, etc.; después hubo de concluir que el total de las parejas de una secuencia que va de 1 a n será la mitad de n, y que el resultado de cada pareja es siempre n+1, para pasar a concluir, finalmente, que la suma de los números que integran la secuencia que acaba en n ha de ser (n+1)  n/2.
   Este modo de operar no es exclusivo de las operaciones formales: el insight entendido como habilidad para captar una situación de manera nueva es desplegado en muchas ocasiones concretas de la vida cotidiana. En otro ejemplo que propone Wertheimer describe a dos niños jugando al badminton, uno tiene 12 años y otro 10. Durante varios sets, el pequeño siempre pierde ante la mayor habilidad del mayor y termina arrojando su raqueta y negándose a jugar. Al principio, el mayor le reprocha al pequeño que abandone y “estropee” la diversión; pero al cabo de un rato y ante la situación creada, reacciona de modo distinto, se disculpa ante el pequeño y reconoce que “jugar así es una estupidez” (aludiendo a que en todo juego es necesaria la reciprocidad), de modo que propone un nuevo juego, consistente en pasársela mutuamente y ver cuánto aguantan con la pelota en el aire, de este modo el pequeño se reincorpora al juego y progresivamente van mejorando mutuamente su técnica. Este niño también reestructuró los elementos de la situación de una manera profunda, y llegó más allá de la puntual solución a un problema en el juego concreto del badminton, alcanzando una solución moral.

Referencias:


Wolfgang Köhler: Experimentos sobre la inteligencia de los chimpancés. Madrid: Debate, 1999.
Max Wertheimer: El pensamiento productivo. Barcelona: Paidós, 1991.

Curiosidades:


domingo, 18 de noviembre de 2012

En la oficina de patentes

"Los gemelos Mallifert, separados al nacer, se encuentran accidentalmente",
 por Charles Addams (4 de mayo, 1981)

miércoles, 24 de octubre de 2012

Trucos de manipulación o Cómo vender la moto



1. La forma es el contenido. El orden y la situación de las palabras puede modificar todo el sentido del discurso:
  • Lea El Periódico. Descubrirá la verdad.[es lo mismo que] Lea El Periódico y descubrirá la verdad  [pero...] Me hice rico. Contraté un seguro. Me robaron [no es lo mismo que] Contraté un seguro. Me robaron. Me hice rico.
2. Los sinónimos no son tan parecidos:
  • El acusado es agresivo, inteligente, determinado [no es lo mismo que] El acusado es enérgico, inteligente, determinado.[No es lo mismo "miedo" que "prudencia"; "timidez" que "pudor"; "prepotencia" que "carácter"; "locura" que "extravagancia" ...]
3. Quien dice la última palabra gana la mitad de la disputa:
  •  [Que se lo digan si no a los candidatos en un debate político...]
4. Unas comillas en una palabra y cambia toda la frase:
  • El "jefe" del gobierno libre del Estado de Bananas
  • El jefe de "gobierno" del libre Estado de Bananas
  • El jefe de gobierno del "libre" Estado de Bananas
  • El jefe de gobierno del libre "Estado" de Bananas
  • "El jefe de gobierno del libre Estado de Bananas"
5. Todo argumento tiene una grieta por la que se puede volver contra sí mismo:
  • Fulano goza de crédito porque habla de un asunto en el que se ha visto envuelto [puede convertirse en] Fulano no goza de crédito porque habla de un asunto en el que se ha visto envuelto.
6. El lenguaje ampuloso parece lenguaje científico:
  • "Clínicamente testado" [parece más científico que] "sometido a test de laboratorio"
  • Resultado no negativo del test de screening de BSE en una hembra de vacuno (lo que significa: hallazgo de una vaca afectada del mal de las vacas locas)
7. Se nos ofrecen verdades que nadie preguntaba: 
  • Las galletas Dulcamanara no contienen nitratos [¡las otras tampoco!]
8. Todos los días se descubren mediterráneos: 
  • Agua Fuente Nueva. De gran poder diurético [todas las aguas tienen esa carasterística]
  • Leche Puneta, rica en calcio y vitaminas [como todas las otras marcas de leche]
  • Champú Gio: con extracto de guayaba [¡¿y qué?!]
9. Importa delimitar el campo que interesa:
  • Detergente Sox. Ninguno lava más blanco [aunque tal vez sí "igual" de blanco]
  • Yogur Danonino. Puede reducir el nivel de colesterol [también puede que no] 
  • Con un 15% menos de sodio... Con un 30% menos de grasa [¿menos que qué?]
  • Nuestra moto consume menos que la Kawasaki y es más cómoda que la Honda [aunque podría consumir más que la Honda y ser menos cómoda que la Kawasaki...]
10. La elección de las palabras tiene sentido moral:
  • El "fuego amigo" acarrea "conflictos de baja intensidad" e inevitables "daños colaterales".
  • La "dermatosis" de los oficiales se degrada en la "sarna" de los suboficiales y la "roña" de la tropa [pero no deja de ser la misma enfermedad]
11. Gran poder es "dar por supuesto":
  • ¿Cuando vio al acusado entrar en el banco llevaba ya la pistola en la mano?
  • ¿Qué postre van a tomar?
  • ¿Tarta o café?
 12. No da lo mismo cómo se unen las ideas:
  • La conferencia fue interesante pero larga.
  • La conferencia fue larga e interesante.
  • La conferencia fue larga aunque interesante.
13. Para obtener un privilegio, parece que basta con dar un motivo:
  • ¿Me dejas pasar? Es que tengo que hacer una fotocopia.
  • ¿Me das un euro? Es para el autobús de Marbella.
14. Para acertar siempre sólo hay que elevar el nivel de ambigüedad, como los adivinos:
  • "Veo un problema [si no, no lo hubiera consultado]; un problema que te afecta mucho [cómo no]; hay una tercera persona implicada [las piedras no dan problemas, sólo las personas]; siento la tensión  [es lo que suelen ocasionar los problemas: tensiones]; te han hecho algo... [todos nos hacen algo a menos que estén muertos...] etc.
15. Una solución única simplifica mucho las cosas:
  • El problema de la educación son los alumnos
  • El problema de la educación es el Gobierno
  • El problema de la educación son los profesores
16. Una buena disyuntiva y ya estamos ante las cuerdas:
  • Tienes que decidirte, ¿Medicina o Enfermería?
  • ¿Me regalas el coche o los diamantes?
17. El que niega, siembra la duda:
  • No diré que mi oponente está demasiado viejo para optar a la Presidencia.
  • No diré que usted ha mentido en su Declaración de la Renta.
  • Naturalmente, el Diputado Ramírez no es un mentiroso.
  • Hoy no se han peleado en el Congreso de los Diputados.

... Y siempre debemos recordar que si se repite lo suficiente, hasta lo mayor mentira acaba pareciendo verdadera; hasta lo mayor mentira..., si se repite lo suficiente...

Basado en:
Matteo Rampin: Vender la moto: Trucos de la manipulación del lenguaje. Madrid: Alianza Editorial, 2008.