Tras el
periodo renacentista (ss. XV-XVI) caracterizado en filosofía por la crisis del
pensamiento teológico, el acercamiento de los estudios a los problemas del
hombre (lo que se ha dado en llamar el “humanismo renacentista”) y el inicio de
la ciencia tal y como hoy la conocemos, esto es, como ciencia experimental (Revolución científica),
empieza a abrirse paso otro periodo histórico y filosófico. Se desarrolla
durante los siglos XVII-XVIII, por tanto en la Edad Moderna, y se conoce como
Racionalismo.
En estos momentos, en Europa la economía
sigue siendo esencialmente agrícola, y la mortandad de la población es aún muy
grande. Se mantiene el tipo de sociedad basada en la propiedad de la tierra, y
los antagonismos sociales están a la orden del día. La inestabilidad económica
da lugar a una serie de guerras interminables, y el inicio de la actividad
comercial abre paso a una nueva clase social en ascenso: la burguesía.
En materia de religión, las diversas
creencias, fuertemente asentadas en la población, motivan continuos
enfrentamientos, continuando así las crisis del s. XVI en torno a la división
fruto de la Reforma que propiciaran en el centro de Europa Lutero y Calvino, y
Enrique VIII en Inglaterra. El siglo XVII se inicia prácticamente con una guerra,
la llamada Guerra de los Treinta Años (1618-1648) entre Estados católicos y
protestantes, que afecta finalmente a gran parte de Europa teniendo como
consecuencia el empobrecimiento generalizado, sobre todo de Alemania.
René Descartes (1596-1650) nació en un pueblecito de la Turena francesa llamado La Haye (hoy rebautizado como “Descartes”), y era hijo de familia acomodada con importantes propiedades. Estudió en el colegio de La Flèche, de gran reputación en la época, dirigido por jesuitas. Siempre hablará bien de este periodo de formación, que abarcaba estudios de lenguas (al parecer se entretenía en ocasiones realizando traducciones del latín al griego y a la inversa), historia, ciencias y filosofía con manuales de tipo escolástico. A pesar de su respeto por la institución, es aquí donde se incuba el desencanto hacia el saber transmitido, con la excepción de las matemáticas (que considera la única ciencia segura) y el gusto por la poesía. Después de La Flèche estudia por imposición paterna Derecho en Poitiers, y a partir de 1618 comenzará una vida errante perseguido por la obsesión de dar un fundamento seguro para sus conocimientos.Durante nueve años viajó por Europa, cuando ésta se hallaba atrapada en la red de conflictos conocida como Guerra de los Treinta Años, que coincide en el tiempo con la Guerra de Flandes o de los Ochenta Años. Sirve en distintos ejércitos, primero en el de Mauricio de Nassau, holandés y protestante, firmante de una tregua con España en 1609 que duró 12 años, siendo además impulsor de la convivencia religiosa en tierras holandesas, por ejemplo eliminando los tribunales de la Inqusición. Más tarde se alista en el ejército del duque Maximiliano de Baviera, en guerra contra el principado protestante de Bohemia. Debe destacarse que no fueron las convicciones religiosas quienes lo llevaron a elegir este tipo de vida, y por lo demás consiguió eludir el combate directo en todos esos años, limitándose a colaborar en tareas de ingeniería militar para las que sus conocimientos de Física y Matemática (y la importante Balística) fueron decisivos. En estos momentos Descartes es, sobre todo, matemático. Mientras se hallaba acantonado en la ciudad flamenca de Breda, vio un problema científico colgado en un tablón de anuncios. Como estaba escrito en holandés, pidió ayuda a un joven que tenía al lado, un holandés siete años mayor que él, llamado Isaac Beeckman con el que pronto vio que compartía el interés por la matemática y el deseo de aplicarla al mundo natural. Nació así una fuerte amistad que derivó en abundante correspondencia de tipo científico y que se vio enturbiada al final con cierto desprecio por parte de Descartes, poco dado a reconocer sus deudas hacia ningún tipo de maestro; pero lo cierto es que Beeckman fue una inspiración constante para Descartes en esos años.
En la noche del 10 al 11 de noviembre de 1619, apostado en la ciudad de Neuburg, y con la cabeza bullendo de ideas, encontramos a Descartes a solas en una habitación diminuta, caldeada por una estufa alemana, en la que tiene tres sueños con escenas ambiguas en las que se veía a sí mismo caminando con dificultades, en el primero de los sueños, luego una habitación iluminada por un fuego, en el segundo, y en el tercero un libro con la inscripción “¿Qué senda tomaré en la vida?” y un extraño que cita a Pitágoras: “Est et non” (Sí y No). Descartes interpreta estos sueños como su estado de perplejidad y duda, la necesidad de la verdad y la unión de las ciencias, respectivamente. Su interpretación del tercer sueño lo pone sobre la pista de una ciencia del mundo natural reducido a un sistema único, con las matemáticas como clave. Se trata de la Mathesis Universalis o camino para poder conocer cualquier cosa con seguridad, el método que perseguirá con ahinco a partir de entonces.
La mezcla de confesión personal y recomendaciones de vida junto con el resumen de sus principales descubrimientos en el terreno de las ciencias y de la metafísica hacen del Discurso una obra tremendamente novedosa. Por otro lado, al defender el abandono de los cimientos aristotélicos de la ciencia y la filosofía se enfrenta a las convicciones más firmes de su época. Para Descartes no había mejor manera de demostrar la falsedad de estos principios que recordar cómo después de muchos siglos con ellos no se había logrado ningún progreso en las ciencias. ¿Cuál sería entonces el método capaz de impulsar el conocimiento y hacerlo progresar? Pues el que se encarga de exponer en el Discurso, el mismo que aplica en los tratados siguientes. De entre esos tratados ha de destacarse la Geometría, un libro de enorme importancia en la historia de la Matemática.
La polémica desencadenada por el Discurso y la paulatina introducción del nuevo método en las Universidades desencadenará el rechazo final por parte de las autoridades, y en 1642 la ciudad de Utrecht prohibe de manera explícita la filosofía de Descartes. En 1647, la propia Universidad de Leiden, donde se había editado el libro, también prohibe por decreto la filosofía cartesiana como material para la enseñanza pública o privada, ya que adoptar el cartesianismo se pensaba que conduciría directamente al ateísmo. Pero será en vano. Descartes expondrá de manera más precisa su filosofía en Meditaciones metafísicas (1641), publicará también Los principios de la Filosofía (1644) y mantendrá una extensa correspondencia filosófica que abrirá la vía del Racionalismo por toda Europa.
Por otro lado, ha de destacarse que antes y después de la primera aplicación de su método a las ciencias ha desarrollado una multifacética investigación dirigida al “dominio de la naturaleza”, única vía para asegurar la libertad humana y el abandono de su servidumbre ante las enfermedades y las dificultades físicas. En 1635, por ejemplo, mientras vivía en Amsterdam, acudía al matadero para recoger muestras y especímenes de animales para la disección. De fondo late un interés fundamental por la medicina y la pretensión de alargar significativamente la vida humana.
Por otro lado, ha de destacarse que antes y después de la primera aplicación de su método a las ciencias ha desarrollado una multifacética investigación dirigida al “dominio de la naturaleza”, única vía para asegurar la libertad humana y el abandono de su servidumbre ante las enfermedades y las dificultades físicas. En 1635, por ejemplo, mientras vivía en Amsterdam, acudía al matadero para recoger muestras y especímenes de animales para la disección. De fondo late un interés fundamental por la medicina y la pretensión de alargar significativamente la vida humana.

Después de más de veinte años viviendo en las provincias holandesas, Descartes aceptará, tras un torrente de cartas de su amigo Chanut, acudir a Estocolmo y conocer a la reina Cristina, una mujer de veintidós años algo masculina, endurecida por la disciplina de un reinado precoz e interesada según sus cartas por la cultura y la filosofía en general. Descartes esperaba una persona inclinada a la filosofía natural; pero al llegar descubre que la reina se hallaba estudiando griego e investigando la gnosis y el esoterismo. La decepción fue mutua. Por otro lado, Descartes acostumbraba a pasar las mañanas en la cama, se levantaba tarde y temía al frío por su naturaleza delicada desde pequeño; pero la reina Cristina era opuesta, se levantaba de la cama a las cuatro de la madrugada y pretendía que Descartes le diera clases a partir de las cinco. El filósofo se verá obligado a recorrer la distancia entre la casa de Chanut donde se alojaba y el palacio real en carruaje, y ello durante uno de los inviernos más gélidos que se recordaban en Suecia. Se resfrió casi enseguida y su situación no dejó de empeorar, sin que el médico de la corte, acostumbrado al método de las sangrías (que Descartes rechazaba por saberlo inútil), pudiera remediarlo. La muerte por neumonía de Descartes en un país extranjero y al poco de llegar levantó un sinfín de especulaciones, entre ellas la del asesinato y el envenenamiento. Para evitar dar a la noticia más repercusión de la precisa, se lo enterró de madrugada en un cementerio para huérfanos. Su última obra publicada en vida fue un tratado de las pasiones humanas (Las pasiones del alma, 1649).
El Discurso del método consta de seis
partes , de las cuales las más importantes son la segunda y cuarta, sobre la unidad de las ciencias y las
reglas del método, la segunda, y sobre el Cogito y el problema de Dios, la cuarta. En ellas encontramos las motivaciones últimas
de toda la filosofía cartesiana: la búsqueda de una certeza fundamental, el apoyo en el
método matemático, la confianza en el poder de la razón, la necesidad del orden
metódico para llegar a un desarrollo seguro de los principios de la filosofía,
la constitución de la filosofía en filosofía primera o madre de todas las
ciencias, en fin, su interés por las
ciencias particulares: la medicina, la física, la óptica..., porque Descartes
es un filósofo interesado por todos los campos del saber, y sólo porque aspiraba a encontrar una
seguridad plena para ellas se propone apoyarlas sobre una base firme, metafísica, y propone un método que se atiene a la que considera auténtica naturaleza de la razón.
Bibliografía utilizada:
Russell Shorto: Los huesos de Descartes. Barcelona: Duomo, 2009.
Pierre Bergounioux: Una habitación en Holanda. Barcelona: Minúscula, 2011
Eugenio Garin: Descartes. Barcelona: Crítica, 1989.
Roberto Rossellini (dir): Cartesius (1979) film para la TV italiana (con el asesoramiento de Ferdinand Alquié).
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