El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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miércoles, 20 de junio de 2012

Semblanza de una persona a la que conozco

Su cuerpo está hecho de tal manera que hasta un mal dibujante lo dibujaría mejor a oscuras y, si estuviera en su poder modificarlo, daría menos relieve a algunas de sus partes. Con su salud, que dista mucho de ser óptima, este hombre diría que ha estado casi siempre contento; posee el don de aprovechar debidamente sus días de buena salud. Su imaginación, que es su más fiel compañera, jamás lo abandona. Él se instala detrás de la ventana, la cabeza apoyada en ambas manos, y mientras quienes pasan a su lado sólo ven un personaje cabizbajo y melancólico, él suele confesarse en silencio que, una vez más, se ha entregado a divagaciones muy placenteras. No tiene más que unos pocos amigos; a decir verdad, su corazón está siempre abierto a uno solo, presente, y a varios ausentes; su afabilidad hace que muchos lo crean amigo suyo, y lo cierto es que él los sirve también por ambición y amor al prójimo, mas no por ese impulso que lo lleva a servir a sus amigos de verdad. Ha amado tan sólo una o dos veces; la primera, con un amor no desgraciado, la segunda, con uno muy feliz; conquistó un buen corazón únicamente a fuerza de jovialidad y de ligereza, y aunque ahora suele olvidar ambas cosas, siempre venerará la jovialidad y la ligereza como los atributos espirituales que le han deparado las horas más placenteras de su vida. Y si tuviera la posibilidad de volver a elegir un alma y una vida, no sé si elegiría otras de poder recuperar una vez más las suyas. Ya en su adolescencia pensaba muy libremente sobre la religión, aunque nunca ha considerado un honor ser un librepensador, ni tampoco creer sin excepción en todo. Es capaz de rezar con fervor, y nunca ha podido leer el salmo 90 sin que lo embargara un sentimiento sublime e indescriptible. "Antes de ser engendrados los montes" etcétera, significa para él infinitamente más que "Canta, alma inmortal", etcétera. No sabe qué odia más, si a los jóvenes oficiales o a los jóvenes predicadores, con ninguno de los cuales podría vivir mucho tiempo. Su cuerpo y su indumentaria raramente han sido aptos, y sus convicciones raramente... suficientes para las reuniones sociales. Espera no pasar nunca de tres platos al mediodía y dos por la noche, con un poco de vino, ni quedarse por debajo de algunas patatas, manzanas y algo de pan y también de vino diario: en ambos casos se sentiría infeliz. Ha caído enfermo siempre que ha vivido unos días fuera de estos límites. Leer y escribir son para él ocupaciones tan necesarias como comer y beber, y espera que jamás le falten libros. En la muerte piensa a menudo y nunca con horror; le gustaría poder pensar en todo con tanta serenidad y espera que algún día su Creador le reclame dulcemente una vida de la que él no fue un propietario demasiado avaro, aunque tampoco dilapidador.

Georg Christoph Lichtenberg: Aforismos. pp. 62-63 (B 81). Trad. Juan José del Solar


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