El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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sábado, 12 de enero de 2013

Extinción

 
El tilacín o tigre de Tasmania fue un animal extraño y fascinante. Parecía perro o lobo, aunque perteneció a la familia de los marsupiales. Habitó en Australia y Nueva Guinea desde hace 4 MA hasta el 1936 de nuestra era, en que se cree murió el último ejemplar. En el continente australiano habría desaparecido hace unos 2000 años sobre todo a causa del impacto humano. En Tasmania (isla de Oceanía perteneciente a Australia) fue de nuevo el hombre quien propició su acoso para evitar que este animal, exclusivamente carnívoro, matara a las ovejas de los ganaderos. El último ejemplar conocido, capturado en 1933, murió tres años después en el zoo de Hobart.
En la película The Hunter (2011), Martin, un mercenario y cazador, es contratado por una poderosa corporación para abatir a un supuesto último ejemplar de tilacín avistado en Tasmania. Su misión es volver con muestras biológicas y eliminar los restos del cadáver. Sólo hay crueldad en esta película, el afán corporativo por hacerse con cierta toxina natural del animal con la que paraliza a sus presas, la rudeza de los leñadores que sólo ven enemigos en los ecologistas, el propio cazador con una misión para la que demuestra estar perfectamente capacitado y nos sugiere un pasado culpable. Con el paralelismo entre la extinción del último ejemplar de la especie del tigre y la supervivencia de sólo el hijo pequeño de una familia ecologista, el film nos deja un mensaje conservacionista pero desesperanzado.


El gran escritor W. G. Sebald (1944-2001), prematuramente desaparecido en un accidente de tráfico, alude al azote cómplice que es la ciencia para la naturaleza en Del natural (1988), dentro de un largo poema que recrea la odisea del naturalista G. W. Steller, unido a la segunda expedición del explorador danés Vitus Bering por la costa ártica de Siberia y en busca de una ruta hacia América:
Manuscritos al final de su vida,
escritos en una  isla del Ártico
con una pluma de ganso que rasca y tinta biliosa,
listas de doscientas once
plantas diferentes,
historias de cuervos blancos,
raros cormoranes y vacas marinas,
reunidos en el polvo
de un inventario sin fin,
su obra maestra zoológica,
De bestiis marinis,
programa de viaje para cazadores,
guía para contar pieles,
no, no suficientemente alto
estaba el  norte.
Las vacas marinas de Steller, descritas por vez primera por este naturalista, no estaban suficientemente en alto ni ocultas para librarse de la rapiña humana. Avistadas en la costa de Kamchatka y con sus ocho metros de longitud, estos sirenios mansos hasta el punto de dejarse matar sin intentar la huida fueron exterminados en un cortísimo periodo de tiempo, menos de treinta años, en cuanto se extendió la noticia de su existencia y las propiedades de su carne. En 1768, Ivan Popov, uno de los antiguos compañeros de expedición de Steller visita la isla de Bering y encuentra el último ejemplar registrado de esta especia, al que da muerte.

Vaca marina dibujada por Steller
De la mano de Sebald, aunque harto de la evidente comparación, a un tiempo deudor y simbólico visitante de su tumba, seleccionador de su novela Los anillos de Saturno como, en su opinión, la mejor novela sobre la soledad, el narrador nigeriano Teju Cole ha construido a pesar de su juventud una novela que queda aposentada en la memoria. En su arranque y final, las aves son el centro de su interés. En el comienzo las aves migratorias, en el final una sebaldiana reflexión sobre el impacto de la Estatua de la Libertad sobre las aves, siguiendo para ello el registro de los animales muertos al chocar contra ella a finales del XIX, cuando hacía las veces de faro de la ciudad con una llama enorme: "Una mañana de 1888, por ejemplo, después de una noche especialmente tormentosa, se recogieron de la corona, el balcón de la antorcha y el pedestal de la estatua más de mil cuatrocientos pájaros muertos". El registro que a instancias del coronel Tassin se empezó a llevar de estas muertes permite al novelista acabar su novela destacando que en la mañana del 13 de octubre se recogieron 175 chochines, "aunque la noche no había sido especialmente ventosa ni oscura".

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