El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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miércoles, 10 de abril de 2013

El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional

   Según el novelista (y corredor) Haruki Murakami (Kioto, 1949), correr es una dedicación que tiene relación con la escritura de novelas además de con la vida en general.
En mi caso, la mayoría de lo que sé sobre la escritura lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana. De un modo natural, físico y práctico. ¿En qué medida y hasta dónde debo esforzarme? ¿Cuánto descanso está justificado y cuánto es excesivo? ¿Hasta dónde llega la adecuada coherencia y a partir de dónde empieza la mezquindad? ¿Cuánto debo fijarme en el paisaje exterior y cuánto debo concentrarme profundamente en mi interior? ¿Hasta qué punto debo creer firmemente en mi capacidad y hasta qué punto debo dudar de ella? Tengo la impresión de que si, cuando decidí hacerme escritor, no se me hubiera ocurrido empezar a correr largas distancias, las obras que he escrito serían sin duda bastante diferentes [De qué hablo cuando hablo de correr, págs. 108-109].
  En su libro sobre running, Murakami muestra un candor aplastante, como por otra parte ocurre en sus novelas. Después de todo, ése es el éxito de Murakami, quedarse en la sencillez sin caer en la banalidad, aunque a menudo la bordea peligrosamente. Ni el lenguaje, ni la estructura, ni las ideas son profundísimos, es cierto;  lo que sorprende es que alguien escriba como si le explicara las cosas a niños de siete años, y que nos guste. Habla de sus inicios como corredor, y lo relaciona con los distintos periodos de su vida, el de estudiante, el de dueño de un pub de jazz, el de novelista; habla de los distintos tipos de corredores que hay, de la carrera de fondo, del maratón (y los distintos maratones que ha corrido) y finalmente del triatlón (que combina natación, ciclismo y carrera), al que se ha aficionado en los últimos años. Una de las conclusiones que extraemos es que en ocasiones lo más importante en la vida de las personas no es su actividad pública o aquella por la que son más conocidos. Curiosamente, cuando se imagina un epitafio para su tumba, propone el siguiente:

HARUKI MURAKAMI
Escritor (y corredor)
(1949-20**)
Al menos aguantó sin caminar hasta el final

   En este epitafio se resume un consejo tan simbólico y vesátil como el aforismo budista que da título a la entrada y que rumiaba un corredor del maratón de Nueva York como si fuera un mantra a lo largo de los 42,192 Km del recorrido. Aunque sólo sea por detalles como éstos, vale la pena leer y releer este libro.


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