El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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sábado, 27 de abril de 2013

La sabiduría de James Salter


   Hace un par de semanas, Antonio Muñoz Molina llamó la atención sobre un autor poco conocido, James Salter (1925). Se han editado algunos de sus libros en España, pero la mayoría están descatalogados. Sin embargo, su última colección de cuentos, titulada La última noche, sigue viva, y permite plantearnos qué es la literatura filosófica, ¿es aquella que introduce sugestivas reflexiones sobre el ser humano o los problemas de la existencia? Tendrá que serlo; y como se puede "reflexionar" de distintos modos, no sólo con un discurso plagado de tesis y antítesis, Salter puede parecer filosófico, o incluso un sabio, en esta obra de madurez recopilada a sus ochenta años, donde nos ofrece un escueto conjunto de iluminaciones sobre la condición humana, especialmente con respecto al afecto, el amor y la fidelidad. Puede que no haya un tema más destacado por la historia de la literatura; la novedad radica en la forma, en la claridad expositiva, en la riqueza de la sugerencia, en la justa descripción y el diálogo, en resumen, en las templadas armas de un escritor que se revela como un experto. 
   Muñoz Molina recomienda el que da título, y parece inevitable comenzar por él, pero no es preciso, porque cualquiera de los otros se sitúa al mismo nivel que este relato de eutanasia fallida y malas conciencias. En el inicio del libro, "Cometa" vuelve la vista a las infidelidades, incluso aquellas del pasado que no deberían afectar a las nuevas parejas, pero que arrastran el sentimiento de sentirse sustituto; y Phil, como otros hombres envejecidos de la colección, recordará con añoranza el esplendor de una relación que pasó por su vida como un cometa. En otros cuentos, Salter pone en movimiento a personajes femeninos, una estrella de cine en las últimas, que sólo consigue el desprecio o el temor de quienes la tratan, o la enamorada repentina de un poeta borracho y autodestructivo que ni llega a enterarse de la existencia de ésta. En "Cuánta diversión" asistimos a una reunión de amigas en la que analizan su situación sentimental, pero una de ellas tiene un secreto que no puede compartir aún, sólo se lo dirá al final de la noche al taxista que la lleva a casa. En "El don" una pareja puede pedirse cada año que el otro elimine algo que molesta a su pareja, no puede ser algo positivo, sólo que deje de hacer algo. Esta conminación demónica adquiere tintes dramáticos cuando "el don" se dirige a barrer la amistad con otra persona. Las relaciones pasadas que vuelven como una tentación o una decepción, y las que empiezan de manera ilícita pero enaltecedora son examinadas en otros cuentos perfectos en su género, con la densidad justa, medidos como piedras que se engastan en anillos. Los cuentos de Salter rinden honores a un género repleto de reglas y hacen bueno ese principio no escrito de la literatura, que cuanto más sofocante es el molde de la creación, más puede brillar la creatividad del artista.

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