El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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lunes, 26 de marzo de 2012

El ensayismo moral

    La alternativa al idealismo moral es el ensayismo, método que consiste en inventar posibilidades morales. Este procedimiento no supone el mero fantaseo de tipos de vida, sino profundizar en el “sentido de la posibilidad” por encima del “sentido de la realidad”, en consonancia con nuestra realidad fantasmagórica. Se trataría de especular sobre las posibilidades efectivas de este mundo, y no tanto mediante el poder de la fantasía como de la imaginación y el ensayo cuasiempírico [HsA, I, § 4].
   En diversas ocasiones ha defendido Musil su recurso a la idea de utopía para definir este método de indagación moral y para caracterizar el “otro estado” al que debería tender la vida moral. Su “utopía de la vida exacta” o “ideal de los tres compendios” consiste en adquirir unos mínimos de moral concreta mediante ensayo y error [HsA, I, §§ 61-62]. Se despejarían en esta buena utopía unos principios mínimos, no más de tres tratados o compendios, que harían posible llevar una vida exacta la mayor parte del tiempo a pesar de la esencial inexactitud de la vida, de modo que sólo tuviéramos que preguntarnos cómo ser morales en casos muy específicos.
Cuando habla Musil de “exactitud” hay que entender, y valga la paradoja, una “exactitud fantástica” [HsA, I, 302], que sólo permite soluciones particulares, aproximadas y parciales, las que por otra parte necesita la vida concreta [HsA, II, 79; E, 66, 95]. Este método de las opciones abiertas tendrá en cuenta a la hora de elaborar su juicio el aún no dado paso siguiente, que a su vez ha de posibilitar cada acción o paso anterior [HsA, III, 91‑92]. Se trata de una moral que cuenta con el margen de indeterminación real en la vida humana, y considera inexcusable la evidencia de que “las cuestiones terrenas” nacen siempre “a partir de alguna clase de mezcla de bien y mal, enfermo y sano, egoísta y dadivoso” [E, 54].
La idea de bien tendrá que ser revisada a fin de dar razón de esta realidad diversa, si es que no ha de aparecer como simple idea nunca realizada y nunca realizable. Propone Musil redefinirla en términos matemáticos, como una función que al aplicarse a cualquier acontecimiento susceptible de calificación moral nos lo revela compuesto por muchas caras, y no todas a la postre buenas, sino también caras malas y otras no determinables. Viene a pedir por ello una lógica moral que no se considere contradictoria porque no todos lo hechos la aprueben, ni equívoca porque se aplique a hechos diversos. Esta lógica del bien tampoco es bivalente, no obliga como el  idealismo moral a elegir entre “lo uno o lo otro” [E, 108], sino que tiene presentes las facetas irreductibles a esta escisión en los conflictos reales. Así pues, si en general el conocimiento, el arte o la vida trabajan en la penumbra, y se yerguen a partir de lo que les falta, si la salud plena es estéril [E, 47], si no hay salud sin referencia a la enfermedad, el buen pensamiento utópico ha de intentar ser coherente con la irrealidad, porque la realidad mostrenca del mostrenco realismo ha dejado de tener sentido [HsA, II, 338].
      La exactitud ética como sentido de la posibilidad y del ensayismo implica el reconocimiento de límites para la univocidad del lenguaje, nos hace comprender el beneficio de repensar la alegoría, de contentarnos con semiconocimientos o provisionales semiverdades [HsA, II, 363], con analogías allí donde es imposible el saber completo. Se trataría de llevar las consecuencias de la vida de la experiencia, y concretamente de la vida perceptiva, a nuestros conceptos. Según Ulrich, habría que aprender a vivir como se lee [HsA, II, 337‑338], esto es, contando con las omisiones, anticipando los resultados pero sin poder prever el final. Si leemos como percibimos, si vivimos como leemos, no tendríamos que traducir cada detalle de la página a una síntesis última, sino que nos bastarían las síntesis parciales, de tránsito, aquellas que nos permitan seguir avanzando y que llegan exigidas por el momento y nuestros legítimos intereses personales. El ensayismo moral traslada este modelo de la lectura o de la percepción a la vida misma.

Edward Hopper: Compartimento C, coche 293 (1938)

Referencias:
Robert Musil: Ensayos y conferencias. Madrid:  Visor (La Balsa de Medusa), 1992. Traducción de José L. Arántegui. Citado en el texto como E.
Robert Musil: El hombre sin atributos I (trad. J. Miguel Sáenz). Barcelona: Seix Barral, 1981; II (trad. J. Miguel Sáenz). Barcelona: Seix Barral, 1986; III (trad. Feliù Formosa). Barcelona: Seix Barral, 1986 y IV (trad. Pedro Madrigal). Barcelona: Seix Barral, 1990. Citado en el texto como HSA.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante esta entrada sobre ensayismo moral, sobre todo porque alivia la inquietud que produce la lectura del H sin A. No obstante esta inquietud es no desosegadora, si no impulsora, que te hace ahondar en esta "no historia" y sus personajes con avidez.