Suele haber junto a mí algo divino y demoníaco. Está conmigo desde niño, toma forma de voz y, cuando se manifiesta, siempre me disuade de lo que voy a hacer, nunca me incita.
Platón (s. IV a. C.): Apología de Sócrates, 31d
Cuando fuimos a visitar al adivino Eutifrón, tú te acordarás, Simmias, subió Sócrates al Símbolo y a casa de Andócides preguntando y confundiendo a Eutifrón entre bromas. Y, de pronto, se quedó parado y en silencio, atento a sí mismo durante mucho tiempo. Después se dio la vuelta y se marchó por la calle de los fabricantes de cajas, llamando a sus amigos, que se le habían adelantado, afirmando que se le había presentado su demonio.
Plutarco (ca. s. II d. C.): Sobre el demonio de Sócrates, 10
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